martes, 13 de julio de 2010

El chico de negro.

Se escuchaban los pasos de una persona a lo largo de la calle oscura. El chapoteo de sus zapatos en los charcos que se habían formado en la calle hacía evidente su presencia. El alumbrado de la calle era muy pobre. La luz amarillenta y sucia de los focos apenas alcanzaba para distinguir siluetas a lo lejos, si a caso alguno que otro detalle de sus ropas. Muy por detrás de él se encontraba, agazapado en la penumbra de un puesto de revistas, un ratero, que aguardaba pacientemente la llegada de su víctima. Vio pasar, antes que él, una familia de dos adultos y dos niños, el padre llevaba a cuestas un enorme bulto. “Algo demasiado estorboso”, pensó el ladrón. Después vio pasar a dos personas, eran dos hombres maduros, casi entrados en la vejes, pero parecían no poder ofrecer un motín que valiera lo suficiente como para dejar su escondrijo. Después miró a nuestro hombre, un joven de 20 años de edad, vestía elegantemente todo de negro, con una enorme gabardina que lo protegía de la pertinaz llovizna, pero tenía un semblante profundo, triste. Un ramo de rosas era lo único que traía en la mano. “Es una buena víctima”; pensó el ratero, “Con algo de suerte traerá una cartera llena de billetes”.

Dejó que caminara una distancia razonable. Al ver que estaba lo suficientemente lejos como para no notar su presencia dejó su escondite y se acerco a él lenta pero incesantemente. Lo vio doblar a la derecha en la calle siguiente y ahí comenzó a apretar el paso. Al doblar a la derecha lo miró lejano, pero aun lo suficientemente cerca. Caminó mas de prisa, silencioso, años de práctica lo hicieron volverse hábil y caminar con sigilo, había hecho agujeros en sus zapatos para caminar sin hacer ruido. No le importaba qué tan mojados terminaran sus pies, llegando a su departamento se cambiaría las calcetas e iría a cambiar todo el dinero del prometedor motín por la droga que tanto amaba. Sus músculos se tensaron, la calle estaba completamente sola y la lluvia comenzaba a caer aún más fuerte. El muchacho seguía caminado rápidamente con la cabeza agachada, para que sus lentes no se mojaran aún más con la llovizna. El ratero metió su mano en el bolsillo izquierdo de su chaqueta, comenzó a hurgar, la navaja no le sería muy útil ya que el tipo era joven y podría ofrecer algún tipo de resistencia, decidió tomar mejor la nueve milímetros que tenía en el bolsillo derecho y le había quitado a un tipo que intento asaltarlo. Una pequeña sonrisa se figuró en su rostro, “ladrón que roba a ladrón tiene mil años de perdón”; pensó al recordar la forma en que obtuvo la pistola.

Mientras pensaba eso un gato negro maulló de entre un matorral que crecía en un enrejado de la banqueta, el ladrón se preocupó de que su victima notara su presencia por el maullido del minino, pero no fue así, el joven seguía caminando, al parecer el ruido de la lluvia impidió que el maullido, pequeño pero audible, se escuchara. De pronto, para sorpresa del ladrón, el joven dio un giro inesperado a la izquierda. “¡Bien!”; pensó el ladrón, “ahora es mío”. El joven había entrado en un callejón sin salida. El ladrón corrió velozmente para bloquear la salida del pequeño callejón que apenas medía 3 metros de ancho aproximadamente, sus paredes altísimas se alzaban siniestras hacia el cielo violáceo cubierto de furiosos nubarrones que dejaban caer el, ahora, fuerte aguacero.

El ladrón corrió velozmente y sus pisadas se hacían notorias, chapoteaban ruidosamente en los charcos de la calle, el ruido ya no importaba, su víctima no tenía escapatoria. Le apuntaría con la pistola y le quitaría el dinero para salir huyendo, si ofrecía resistencia le daría un tiro. Sonriendo, con el corazón latiéndole fuertemente empuñó su arma y la sacó de su bolsillo.

Adentro, en el callejón, el muchacho caminaba hacia enfrente. Las enormes paredes de ladrillo, llenas de tizne y musgo, tenían como único alumbrado un débil foco de la ventana más alta en la pared del edificio de la derecha, caminando hacia lo profundo del callejón. La salida, aparte de el retorno, eran unas escaleras de metal en forma de caracol que se alzaban hasta lo que parecía una salida de emergencia, casi en el ultimo piso del edificio del lado izquierdo. En lo más profundo del callejón sólo había un montón de bolsas, al parecer de basura, y algunos matorrales. Escucho a lo lejos los charcos chapoteando por los pasos de su asaltante. Sin dar la vuelta hacia atrás para mirar quién lo acechaba, sin alzar la cabeza que mantenía agachada desde hace rato, sonrío tenue y malévolamente en la penumbra de aquél callejón iluminado por un único y débil foco. Y así se hundió en la oscuridad, aparentemente para ocultarse de su victimario.

El ratero entró corriendo con la pistola apuntando hacia enfrente, pero no pudo pronunciar su amenaza. Se asombró al mirar que el muchacho ya no estaba. De pronto miró que una silueta humana se adentraba en lo más profundo del callejón, pero algo extraño sucedía. La oscuridad lo estaba absorbiendo, o el se estaba disolviendo en ella. Era algo que no pudo distinguir, pero pensó que lo único que quería era ocultarse tras el velo de las sombras para pasar desapercibido. Caminó hacia enfrente, decidido y con la pistola apuntando hacia la negrura. Dio unos cuantos pasos hacia lo profundo del callejón pero no podía distinguir aun nada. De pronto un miedo indómito se apoderó de lo más profundo de su conciencia. Apretó su arma con ambas mano y miró hacia atrás con el afán de salir corriendo de ese callejón.

Oscuridad, eso fue lo que miró a sus espaldas, donde apenas hacia unos segundos había una calle patéticamente alumbrada por la débil y sucia luz amarillenta de las lámparas. Como si alguna especie de muro hecho de sombras bloqueara la salida del callejón, se alzaba tan alto como las paredes del edificio, y las tinieblas comenzaron a reptar sobre las paredes de ladrillo tiznado, como si fuera alguna masa viviente de alquitrán. Se adentraban al callejón y él también, para evitar ser consumido por ellas, pero detrás de el ocurría lo mismo. Y ese zumbido, ese escalofriante zumbido que producía la oscuridad al abrirse paso por el aire que rodeaba el medio lo dejaba desconcertado. Las tinieblas lo estaban envolviendo.

Miró el muro de sombras y vio que de su seno emergían garras y tentáculos que se pronunciaban hacia él, de todas formas y tamaños, como si se tratase de un sinfín de criaturas impías que aguardaban deseosas en las sombras, cada vez más cerca, asomando sus miembros malignos con afán de alcanzarlo, pero la poca luz que aún existía lo protegía. Poco a poco los muros de sombras terminaron por centrarlo justo bajo el único foco que alumbraba el callejón y ahí se quedó, estático.

Pronto la débil luz del foco empezó a amainar cada vez más y más hasta dejarlo casi en la oscuridad más profunda. Escuchaba el murmullo de esas uñas afiladas sobre el piso y los ladrillos de las paredes, el rumor de aquéllos nauseabundos tentáculos que se retorcían impacientes en las tinieblas, arrastrándose cada vez más hacia él. Antes de que la luz se extinguiera por completo, el ladrón tiró su arma, víctima de un pánico de origen ignoto, no podía moverse y sus piernas no respondían a ninguna clase de estímulo. Lo único que podía pensar era que las sombras no se mueven como humo, no reptan como si fueran líquidos viscosos. “La oscuridad no puede moverse por si sola”, pensaba, con los ojos desorbitados y la boca entreabierta.

De pronto una voz, que provenía de todas partes y a la vez de ninguna, una voz cuyo impacto no se daba en los tímpanos, sino en lo más profundo del espíritu, le habló: “¿Has venido a desafiarme? ¿O a entretenerme?”. En ese momento el máximo terror se apoderó de su mente, resquebrajando todos los límites entre la cordura y la locura, sumergiendo su conciencia en el miedo más profundo e irracional. Ridículamente, lo único que pudo hacer antes de que la negrura absoluta se abalanzara sobre él, sumergiéndolo por completo en un oscuro vacío, fue sollozar un poco. Así, fue absorbido por aquélla oscuridad viviente y malévola, enloquecido por la sensación de flotar en un mar de tinieblas, horrorizado por el terrible e implacable zumbido que martillaba sus oídos, gritaba invadido por el pánico, desesperadamente.

De pronto sus gritos se apagaron. Un ruido obsceno, como el del crujir de un grillo al ser masticado, se escucho en lo profundo de ese callejón, de pronto el horrible zumbido que la oscuridad producía se detuvo, y lo único que se escuchaba era la caída de la lluvia en aquél lugar. El callejón se iluminó de nuevo, más rápidamente de lo que se había oscurecido, y de ahí salió un muchacho, de unos veinte años de edad, vestía todo de negro y llevaba un ramo de rosas, traía la cabeza agachada con un semblante profundo, como de tristeza. Dobló a la derecha y siguió su camino.

No había restos en el callejón, salvo unas gotas de sangre y una pistola tirada en el piso. El agua sanguinolenta que discurría del callejón hacia las coladeras se habría paso ávidamente por las fisuras de la banqueta y hacia un chapoteo horrendo al caer en las cloacas, como si alguna especie de malevolencia desconocida estuviese burlándose despiadadamente de aquél que fuese devorado por la oscuridad y cuya sangre ahora era lavada por la lluvia pertinaz de la ciudad de México.




*****

Bueno, éste es el primer mini-relato que escribo sobre una pequeña serie de personajes que he creado, esperen los demás.

Recibo comentarios y sugerencias! (Constructivos, no destructivos ¬_¬ ).

Ojalá les guste.

5 comentarios:

  1. Me Ha Encantado Cortos Aterradores Tenemos La Nueva Horla Pero En Vez DE Europa La Ciudad De Mexico Sera el escenario de sangre
    Maestro DE Nuevo Lo Ha Logrado!!!

    ResponderBorrar
  2. me gusto mucho!

    XD

    pero deberias escribir algo erotico creo se te da mas

    jajajajajajaja

    ResponderBorrar
  3. amm..
    ps me agrad0
    ecept0 p0r l0 de la explicaci0n de l0 k aprendi0 ne l apreparat0ria..kre0 k es0 sta de mas..l0 simple es muy profund0.
    y ps tamp0k0 me lati0 l0 de "mamá" km0 k nu le keda a un ladr0n k kiere matar a sangre fria..
    buen0 dejand0 es0
    l0s detaiez d descripci0n me gustar0n,,la f0rma en k insertas palabras n0 c0tidianas es muy buen0

    anim0s nee-chan

    estas pr0x en mi reuni0n de escrit0rez eeh

    ResponderBorrar
  4. esta interesante, pero creo que puedes ser mucho mas preciso y malévolo con lo que rellenaras ciertos detalles de mucho suspenso y lo convertirías en algo con mas ferocidad al momento del acto.

    ResponderBorrar