sábado, 13 de noviembre de 2010

Recuerdos de un lindo noviazgo

Hoy cumplo 24 años, y aún no he podido olvidar mi cumpleaños número 20. Recuerdo tan bien la forma en que llegaste, con tu cajita en las manos… bueno, mi cajita. Recuerdo que venías a prisa porque tenías que irte a la escuela y yo también. De haber sabido que era la última vez que estaría contigo, jamás hubiera llegado a clases ese día; hubiera preferido reprobar antes de no poder darte bien el último beso. Bien dicen que las cosas pasan por algo… Bien dicen que el hubiera no existe.
Hoy es un cumpleaños gris, sin vida, como los 3 anteriores; apenas vi hace un momento tu número en mi agenda, tenía tantas ganas de llamarte, tantas…
Supongo que cuando se me hiso el nudo en la garganta no me quedaron ánimos de hacerlo. Fui cobarde como en los últimos cuatro años, pero… ¿a qué le tengo miedo?

¿Recuerdas? Creo que no. Yo si recuerdo, pero no muy bien.
Recuerdo aquélla vez cuando nos conocimos. Es impresionante lo que puede hacer un click, ¿no?
¿Cuántas horas me reí como tonto frente al monitor? No recuerdo. ¿Cuánto tiempo me desvelé contigo sin saber siquiera si estabas ahí? No recuerdo… Hay muchas cosas que no recuerdo con gran detalle, pero si recuerdo lo pequeños detallitos.
Recuerdo la foto que me mandaste, aquélla donde, aunque sea por foto, miré tus ojos por primera vez. Esos ojitos de grandes pestañas que desde ése momento me tenían cautivado. Era más lindo que mirar el protector de pantalla de las burbujitas jeje, aún recuerdo lo mucho que te reíste cuando te lo dije la primera vez… o bueno, eso decía el monitor.

Recuerdo también la primera vez que escuche tu voz… Cuando por fin me atreví a darte mi número. La desesperante y dulce agonía que fue para mi esperar a altas horas de la noche el timbrar de mi teléfono. Y al contestar, el silencio… hasta que por fin te dije “Hola” y me respondiste… Recuerdo muy bien el timbre de tu voz, tan dulce, tan inocente… Y las horas que nos pasamos platicando, diablos… ése día tenía que estar en mi trabajo a las 7 y sólo tenía dos horas para arreglarme después de colgar contigo. No me importó…

Recuerdo cuando te conocí en persona… qué día tan maravilloso fue.
Estabas ahí, esperándome, buscando a tu alrededor con esos hermosos ojos que tanto me cautivaban. Te miré, me miraste, te saludé… y fuimos a caminar un rato, a platicar de tantas cosas… tantas. Y por fin se dio, el primer beso. Lo había soñado tantas veces… tantas, pero nunca te dije nada. Sólo esperé y esperé… y mi espera dio frutos al fin. Fue tan lindo…

Recuerdo la dicha que sentí cuando escuche de tu voz las palabras: “quiero intentar algo contigo”. Estaba feliz, melancólico, agradecido… Al fin, después de tantas historias repetidas, de tantos humillantes fracasos, tú me mostraste una historia diferente.

Y se dio…
Pasó un mes…
Y fuimos a la feria a divertirnos solos. No te veía muy seguido, la escuela siempre me absorbió… pero cada que podía, te llamaba, cada que tenía saldo te mandaba un mensaje.
“¿Sabes por qué amaneció despejado el día de hoy? Muy sencillo, el cielo te miró a los ojos mientras despertabas. ¡Que tengas un hermoso día!”.
“Estaba camino a la escuela, mi única limitante para poder estar a tu lado, y por accidente miré mi reflejo en el vidrio del vagón. ¿Sabes que vi? Te miré a ti… en el brillo de mis, antes, ojos tristes. ¡Te adoro!”.
“Asómate a ver la luna, mira qué hermosa está. Y pensar que ante mis ojos tu belleza eclipsaría fácilmente su brillo. Que tengas una linda noche. Te adoro.”.
Así es… Aún guardo muchos de esos mensajes en mi bandeja de salida.

Pasaron 6 meses…
Y conocía ya a tus amigos y tú a los míos, la escuela ahora ya no era una gran limitante, sino tu trabajo.
Me comprabas cosas que yo siempre quise comprar para ti, pero nunca pude. Me sentía mal, a veces, pero cuando me mirabas a los ojos y me decías que no importaba… A mi tampoco me importaba. Sigo conservando el reloj que me diste en navidad, a pesar de que ya no funciona, lo conservo en su caja original, junto a todas las cartitas que me dabas.
Recuerdo tan bien la vez que nos fuimos de viaje y por fin pude dormir a tu lado…

Pasó un año…
Yo me encontraba con tus amigos, a quienes yo consideraba los más allegados, y les pedí que no revelaran mi secreto. Habíamos acordado festejar en casa de uno de ellos tu cumpleaños. Yo compre el pastel. Le pedí a los de la pastelería que escribieran en él “Nada tan dulce como tu amor” Y en el centro había un corazón hecho de frutas exóticas. Nadie dijo nada, y todo salió de acuerdo al plan. Entraste, esperando escuchar ruido y entrar en un cuarto inundado por humo de cigarro, como en una típica fiesta. Después, en medio del silencio, se encendieron las luces y todos gritamos “¡Sorpresa!”. Jamás olvidaré la expresión de tu cara. Ese día nos tomamos fotos, muchísimas y en todas te veías feliz.


Y después… pasó un año y medio.

Yo había preparado ese día unos sándwiches. Tomé la cobijita en la que mi madre me envolvía y preparé una mochila con bocadillos para acampar. Te había prometido ir al cine, pero un problema me arrebató el dinero de las manos. Supuse que sería lindo salir contigo a un lugar desconocido y después comer a la sombra de un árbol. Nada era para mi más placentero que mirarte. Llegaste… estabas irascible, irritable… Te pregunté qué había pasado y siempre respondiste “nada”. Por primera vez en tanto tiempo, evitabas mirarme a los ojos. Ese día la comida me supo amarga.
Después, cierto día, me salí de la escuela porque no habría clases. Decidí visitarte en la tuya. No te avisé porque no tenía cómo. De cierta manera, creí que sería buena idea darte la sorpresa. Cuando llegué me regañaste. Me dijiste que no volviera a visitarte sin avisar. Antes me abrazabas y me decías que te daba gusto verme, no querías que me apartara de tu lado. Yo creí que habías tenido un mal día… y decidí dejarte en paz.
Y los roces continuaban.
Yo seguía mandándote mensajes, que ya nunca respondías. Yo seguía llamándote y ya no me contestabas. Seguía buscándote y ya no te encontraba. A pesar de que ya no trabajabas y yo tenía un horario más accesible, te veía menos que las primeras veces. Me dolía tanto… Pero estaba seguro de que seguías pensando en mí, que me querías como yo a ti.
La última vez que te vi, fue el día de mi cumpleaños, precisamente hoy hace 4 años. Estaba esperándote en los torniquetes del metro, llegaste tarde, con una cajita en las manos. Me la entregaste y me abrazaste, y te di un beso que me supo a miel. Hacía tanto que no te besaba… Me dijiste que se te hacia tarde para ir a la escuela. Yo comprendí que desde siempre habías sido responsable, y te deje.
Decían cosas de ti, cosas que yo no me creía, cosas que, según yo, la gente decía por pura envidia.
Las fotos… esas fotos que tanto daño me causaban. Yo estaba seguro de que era tu amigo, un muy, muy buen amigo. Tu rostro en las fotos a su lado era casi idéntico al que tenías en las fotos que nos tomamos en tu cumpleaños. Un rostro que hacía tanto tiempo no miraba.
Y ése día… Salí a tomar con mis amigos de la escuela para festejar mi cumpleaños, ellos se quedaron de ver con otros más, fuimos a un bar que yo nunca había visitado. Al entrar, buscamos mesa lo mas alejado posible de la entrada. Pedimos lo que íbamos a consumir, la noche pintaba bien. Luego llegaste tú, de la mano de él. Te veías tan feliz… una sonrisa tan hermosa que desde hace mucho no miraba. Lo abrazaste, lo besaste y se sentaron juntos en una mesa al otro lado del bar. En ese momento yo sabía que hacer… Te leí los labios. Me pareció haber visto que le dijiste que lo amabas. Apuré me cerveza de un sorbo y le dije a mis amigos que me iría. Cuando llegue a casa, miré el reloj del celular. Tenía un mensaje, un mensaje tuyo. Rogué, supliqué… quería que el mensaje dijera que acababas de salir de la escuela, que me querías y que querías volver a verme como antes… Quería que todo lo que había visto fuera una mala ilusión; pero no lo era. Tu mensaje decía “Lo siento, no podemos continuar así, gracias por todos estos momentos, te mereces a alguien mejor. Suerte”.
Y lloré…
Llore durante mucho tiempo. No traté de buscarte.
Me desbaraté en un torbellino de pensamientos erróneos. Lo odié a él por haberse cruzado en tu camino, me odié a mí por no haberte dado lo suficiente. Pero nunca, nunca pude dejar de amarte.
Siempre he querido llamarte, mandarte algún mensaje, volverte a ver. Creo que ya se a qué le temo. Le tengo miedo al hecho de verificar, de constatar, que ya no estarás a mi lado nunca más.
Aún conservo el collarcito que me diste ése día, y en la cajita guardo ésa tonta esperanza de volver a estar contigo.
Quiero volver a ver la luna tan hermosa como antes, el cielo despejado, el brillo en mis ojos.
Ya no existen, no, ya no.
Después de 4 años… no he vuelto a esperar nada de nadie, porque toda mi fe, mis esperanzas, mis sueños… están en la cajita que un día me regalaste, una cajita que solo tú puedes abrir de nuevo.
A veces siento que se mueren ahí adentro, de tristeza, de miedo, de soledad. Como yo me muero aquí si tú no estás. Qué más da… sigo caminando, sin dirección y sin alzar la vista, pero sigo adelante.
Hoy cumplo 24 años y aún no he podido olvidar mi cumpleaños número veinte. Tenía 20 años cuando me morí y llevo 4 años pudriéndome.
Donde quiera que estés… Espero que estés bien. Por favor… vuelve pronto…
Dicen que la esperanza muere al último. ¿Qué pasa después de que muere?... La resignación toma su lugar. Qué triste palabra y sin embargo es mi único refugio.




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Bueno, lo escribí en un momento de ociosidad jejeje.
Espero les guste. Sinceramente no me gustó mucho el final, pero bueno... digamos que es lo que se me da jajaja ¬_¬

No, en realidad no es gracioso u_u
Pero bueno, resignación...