Quizás cuando estén leyendo esto yo ya estaré muerto. Sigo
sin poder olvidar el eco de aquéllos terribles gritos que se aferran a mi
corazón en lo más profundo de mi memoria. Sé que a partir de lo que ha sucedido
mi vida no volverá a ser la misma, a menos de que el dulce olvido se apodere de
mi mente. Es por eso que he tomado la decisión de suicidarme tras terminar ésta
carta. Prefiero mil veces el castigo de arder eternamente en el infierno por
ser suicida que perderme en aquél sitio espeluznante que jamás creí conocer ni
en mi más retorcida pesadilla.
Papá, Mamá, los extrañaré. Quiero que sepan que siempre
estuvieron y estarán en mi corazón, por siempre.
Mi nombre es Ignacio Martínez, lo que estoy a punto de
relatar sonará al más absurdo disparate, pero juro que es real. Los detalles
que menciono son dados con la esperanza de que la ciencia pueda encontrar
explicación a los espeluznantes sucesos que acontecieron en mi casa la noche
anterior. Jamás sabría como dar explicación a los familiares de mis seres
queridos, ni a mis seres queridos, si ni siquiera yo mismo puedo hallar
explicación a lo que he vivido.
Todo comenzó la noche del sábado 4 de febrero. Mis amigos y
yo nos habíamos reunido, como de costumbre, para pasar la noche en mi casa.
Antes de eso habíamos ido a un antro que esta ubicado en el centro histórico.
Posteriormente, tras una ronda de bebidas, partimos a mi casa para comprar lo
necesario y poder pasar la noche. Una vez que habíamos llegado, ya con las
cosas compradas, nos dispusimos a beber en la cocina. Adela, Kaiser y Rita (mis
perros) estaban particularmente inquietos esa noche.
Bebimos hasta las 2 de la madrugada, aproximadamente, pues
varios de nosotros estábamos realmente cansados por la semana que habíamos
tenido. Optamos por irnos a dormir. Cuando pasamos por el jardín, los perros
aullaron al mismo tiempo, cosa que nos resultó, a los 6, realmente
perturbadora. Caminamos rápidamente de la cocina al cuarto y nos encerramos.
Sentados en el sofá y la cama, discutíamos nuestras teorías acerca del extraño
suceso. Yo me sentía extrañamente observado…
Tras algunas bromas sobre lo ocurrido, preferimos acostarnos
para intentar dormir. Gracias a que mis padres habían salido a pasar la noche
en casa de una tía, disponíamos de más espacio. La disposición fue la
siguiente: Laura (mi hermana), Chip y Miguel, se quedaron en el cuarto de mis
padres, mientras tanto, Josué, Lalo y Yo nos quedamos en mi cuarto. Como es la
costumbre, yo me puse mis audífonos para escuchar algo de música y poder
intentar dormir. Seguía intranquilo acerca de lo que había ocurrido con mis
mascotas, sin embargo era algo a lo cual no le di demasiada importancia. Ya
habían ocurrido algunas veces fenómenos “inexplicables” en mi casa y, de alguna
manera, estaba acostumbrado.
No fue sino hasta las 4:06 de la madrugada, exactamente,
cuando la locura comenzó.
Yo me había quedado dormido de inmediato, con los audífonos
puestos y mi reproductor encendido, en el sofá. Tuve una de las pesadillas más
horribles que hasta entonces había soñado. Soñé que estaba perdido en una
especie de desierto de arena negra, con un cielo rojo y nubarrones oscuros que
se extendían a lo largo del horizonte. No había un sol que alumbrase aquél
yermo maldito que mi mente concebía. Había un viento fuerte, que soplaba con
gran violencia y silbaba con un chillido aterrador, levantaba con gran furia la
arena negra que bajo mis pies estaba. A lo lejos, unas criaturas humanoides
deambulaban vagabundas, torpemente, entre las tinieblas de ese mundo opaco y
triste. Había montañas, muchas de ellas tan increíblemente altas que me resulto
imposible imaginar que ese lugar se encontrara en la tierra. Seguía
preguntándome ¿Dónde esta el sol?, pero por más que buscaba en el cielo rojizo
no lo encontré. Nunca supe de dónde provenía ese fulgor rojo y sucio que tanto
espanto me causaba.
De pronto escuche un grito, era mi hermana, que me llamaba
desde algún lado, allá en la cima de esas negras montañas que se alzaban en el
horizonte. Corrí a toda velocidad a su encuentro, pero era inútil, las montañas
estaban más lejos de lo que podría haber corrido en un día entero. Sus gritos
seguían viajando a través del viento enloquecido que traía sus lamentos hasta
mis oídos. La luz roja comenzó a agotarse, poco a poco las tinieblas se apoderaban
de todo, y las creaturas se mostraban cada vez más agiles y agitadas, como si
estuvieran exaltadas por algo. Pronto ya no podía distinguir gran cosa, tenía
miedo de que, entre las tinieblas, me topara con alguno de esos humanoides que
había visto. Cuando la oscuridad se erigió por completo en aquél mundo
desconocido no pude ver nada, mi pesadilla culminó con un grito horrible y
desgarrador de mi hermana, que provenía de ahí… de la oscuridad misma.
Desperté, exaltado, con el corazón latiendo rápidamente y el
rostro inundado en sudor frío. Dios… sólo él sabe la sensación de opresión que
sentía en el pecho. Note que la música había estado encendida, pero había algo
raro. En mis audífonos solo sonaba una especie de chirrido producido por alguna
interferencia desconocida. Lo primero que hice fue repetirme a mi mismo “no
pienses tonterías”, al mismo tiempo que revisaba la hora en mi celular. Eran
exactamente las 4:06.En ese momento mis pensamientos se interrumpieron por algo
inaudito, un flashazo había ocurrido a las afueras de la habitación, miré el
fulgor repentino y amarillo por los cristales. Inmediatamente mis perros
comenzaron a ladrar frenéticamente, después una serie de gruñidos horribles y
un segundo flashazo se dio, tras lo cual todo el patio se quedó en silencio.
Todos los demás estaban dormidos, y yo me quedé ahí, sentado
en la oscuridad, esperando algo que no se ni siquiera que era. De pronto un
fulgor amarillento comenzó a encenderse en el cuarto de mis padre, y de nuevo
un brillante flashazo se dio. Esperé… y tras unos breves momentos, un segundo
flash resplandeció en la habitación contigua, lo sabía por la luz que se
filtraba a través del umbral de la puerta. De nuevo todo estaba en silencio y
yo, petrificado por el miedo, traba de encontrar una explicación a esos
extraños fenómenos.
Unos momentos después ocurrió lo peor. Frente a mis ojos,
dos círculos luminosos comenzaron a trazarse en el piso, uno a cada lado de la
cama, cuando estuvieron completamente trazados, un flash tan fuerte como el de
una cámara fotográfica, se encendió. Mis ojos quedaron un poco encandilados,
pero alcance a ver a dos enormes figuras negras y humanoides, cuyos brazos
exageradamente largos, se alzaban sobre la cabeza de mis amigos dormidos. Cerré
mi boca lo más fuerte que pude, y vi con horror como pusieron sus largas y
huesudas manos sobre la frente de mis amigos, después el círculo se iluminó de
nuevo, para culminar en un flash igual de intenso. Habían desaparecido, tanto
ellos como mis amigos, las cobijas estaban conservando aún la silueta de sus
cuerpos.
En ese momento sentí un pánico horrible, y justo mientras me
ponía las sandalias para salir corriendo, el misterioso círculo comenzó a
trazarse a mi lado, ahí frente a mí. Corrí apresuradamente a la puerta para
salir, pero la idea escalofriante de que más de esas extrañas creaturas
estuvieran en mi patio me detuvo. El flash se dio de nuevo, y me di media
vuelta a pesar de las suplicas de mi sentido común. Lo que vi perturbo mi
psique por el resto de mis días. Parado ahí, a un lado del sofá, un humanoide
de piel negra, de unos dos metros y medio de altura, tentaleaba en la penumbra
buscando mi persona entre las cobijas. Espere un momento, en silencio, con la
esperanza de que el espanto regresara por dónde vino al no encontrarme, pero mi
respiración agitada y quizás mis latidos también, me delataron. La criatura se
acercó a mi con pasos torpes y demenciales, como el andar de aquéllas creaturas
siniestras de mi más reciente pesadilla. Justo cuando extendió sus enormes
brazos y abrió su huesuda mano, que pude distinguir gracias a un tenue fulgor
del cielo purpureo de la ciudad, pude encender la luz presa de un impulso
sobrenatural de desesperación. La criatura dio un grito horrible, tan agudo que
los focos de mi habitación se reventaron. El tiempo que la luz duró encendida
fue más que suficiente para distinguir perfectamente su abominable fisionomía.
Seres calvos, de cabeza obscenamente ovalada, de ojos totalmente blancos, sin
nariz, con brazos y piernas alargados y delgados y un pequeño torso que lo
conectaba todo. Jamás olvidaré aquél horrible espécimen.
Salí corriendo, en busca de ayuda, pero no encontré a nadie,
regrese a la habitación y tampoco. Mis mascotas, mis amigos… mi hermana. Todos
habían desaparecido sin dejar rastro alguno.
Me senté entonces a esperar el amanecer… Fueron las horas
más largas de mi vida, y en las cuales no dejaba de preguntarme qué diablos
había sucedido. ¿De qué lugar desconocido hasta entonces habían venido esas
criaturas y para qué? ¿Y si el lugar que vi en mis sueños era su lugar de
origen? Aquéllos yermos ocultos en los confines del universo, en algún extraño
planeta donde las tinieblas reinan y esas criaturas ciegas, intolerantes a la
luz, reinan vagabundas sobre toda la fas de aquél mundo ignoto. Comencé,
entonces, a divagar presa de un delirio inexplicable.
Con la mirada perdida, clavada en el centro de la penumbra
en mi cuarto, cobijado y resignado a la soledad, temeroso de salir a mi patio
en la madrugada, pensé… Que esas creaturas venían de un planeta desconocido
hasta ahora por el hombre, pues sus características son totalmente diferentes a
las descritas en cualquier artículo de ciencia sobre cualquier planeta, hasta
hoy.
No vi en la creatura ningún artefacto, como algún brazalete,
para poder transportarse a través de los negros y silenciosos vacíos que
separan a las estrellas unas de otras. Por alguna razón el sur estaba presente
en mi memoria. La galaxia del sur, me repetía inconscientemente por alguna
razón desconocida, y pensé que quizás esas creaturas habían llegado aquí por
accidente de alguna conjunción astral desconocida, o algún agujero de gusano
abierto espontáneamente, o alguna otra broma de la física aún no descubierta.
Pensé durante horas en las extrañas creaturas, sus motivos
su temor… ¿Qué tal si solo eran viajeros extraviados en un planeta desconocido?
Y entonces imagine esa sensación de mi sueño, la angustia de estar en un lugar
que ni siquiera se pudo haber imaginado, como en mi sueño.
Y entonces recordé… En mi sueño escuche un grito, era mi
hermana, Laura, mi hermosa Laura… Que junto a mis demás camaradas, habían
desaparecido en aquélla noche de locura. Son aproximadamente las 11 am. Sigo
escribiendo esto con la esperanza de que cuando papá y mamá regresen,
encuentren una explicación, aunque absurda, a los hechos sucedidos. ¿Qué clase
de suerte les habrá esperado a mis pobres amigos en aquélla fortaleza de
oscuridad desconocida? Tan lejana, tan fría, tan terrible. Y en compañía de
aquéllas creaturas de intenciones desconocidas aún. Y es que no puedo, de
ninguna manera, olvidar el grito desgarrador de mi hermana en aquél sueño, ese
grito que provenía de las entrañas de unas montañas tan increíblemente altas y
negras, inimaginables, en dónde solo las torturas más imposibles pueden tener
lugar. Pero, ¿¡cómo!? ¿Cómo viajaron desde aquél sitio desconocido en la
galaxia del sur?
¡El circulo! Oh Dios… el círculo, maldita sea. Ése circulo
luminoso y tenue, como la luz de una braza, que se trazaba por si solo en el
sitio donde los visitantes aparecerían tras el resplandor amarillo y ponzoñoso
que emanaba. Sabía que de alguna forma su geometría no me era del todo
desconocida. ¡Lo había visto en alguna parte! Quisiera no haber recordado nunca
en dónde haberlo visto, pero sin duda esos trazos y esa geometría son,
indudablemente, trazos que fueron escritos por el perverso poeta loco Abdul
Al-Hazred, en el Al Azif, en damasco, hace cientos de años y que yo,
posteriormente leí en una mala copia del Necronomicón.
¿Y si en realidad existe todo eso? ¿Qué clase de intelecto
tenían esas creaturas para usar magia tan antigua y poderosa?... Sólo con una
intención, complacer a los terribles antiguos.
Oigo ruidos… Provienen del cuarto de mis padres. Tengo el
cuchillo a mi lado izquierdo. El suicidio nunca me pareció una respuesta tan
lógica.