martes, 31 de diciembre de 2013

Adiós 2013

Otro año que se va. Y en lo personal, según yo, se fue volando.
Éste no fue un muy buen año que digamos, ya que tuve muchas afrentas. Perdí algunas personas que yo consideraba valiosas en mi vida. Supongo que si el universo las quitó de ella, es porque cosas mejores vendrían, o simplemente, porque no las necesitaba.
De cualquier manera, nunca me han gustado las despedidas; siempre odié que la gente se despidiera de mí con la palabra "Adiós". Suena tan trágico, tan definitivo...

En fin, nuevos amigos llegaron a mi vida. Y viejas amistades se fortalecieron aún más. Así doy gracias a Lady Melisandre y a la maricolencha anarquista por haberme brindado su amistad éste año. Espero que dure un buen rato, si es que el siguiente año no decide alejarlos también.

Espero en verdad que el 2014 sea un año menos trágico que el 2013.

Hasta entonces, empezaré las cosas con todo entusiasmo, y una sonrisa en el rostro. Aunque un poco de nostalgia se anida en mi corazón, pues en realidad voy a algunas personas.

Feliz año nuevo.

martes, 17 de diciembre de 2013

Podrido por dentro.


Es difícil escribir empastillado. Es difícil inspirarse bajo la influencia del clonazepam. Pero es fácil tomar una pastilla y es fácil evadir la realidad.
No me gusta pensar. No me gusta pensar en el futuro ni en el pasado. Siempre auguro cosas malas y siempre recuerdo cosas terribles.
También, de vez en cuando, tengo buenos recuerdos. Como la pista de hielo, como el lago menor de Chapultepec, como muchos otros… Ojalá curaran lo mismo que dañan sus hermanos.

Resulta que ahora nuevos retos se avecinan.
Me sorprende a veces la malevolencia que podría alcanzar si tuviera el valor/valemadrismo de cometer algunas ideas locas que se pasean por mi mente.

Desearle el mal a alguien no está bien, sí. Pero cómo resulta satisfactorio imaginarme gritando:
“¡Tu madre ya no está, maldito idiota! ¡Su alma está siendo violada en el infierno por toda la corte de Satán! ¡Morirás solo y triste, y aquéllos que te recuerden lo harán con asco y lástima! ¡Te odio! ¡Que mi odio te marque para siempre ante los ojos de Dios, y que seas repulsivo a su vista! ¡Que su presencia bondadosa se aparte de ti para siempre y que jamás vuelvas a ver la luz de un día jubiloso! ¡Tú miserable alma estará rodeada de tinieblas por siempre!”

Y ahí termina todo.
Imaginar como arden personas en llamas, como son quemadas cada centímetro de su piel con un soplete hasta no dejar nada sin carbonizar, raspar los pedazos chamuscados y untar vinagre en la carne viva. Y si muere de un infarto, usar un desfibrilador para reanimarlo, y darle aceite hirviendo a beber, y reanimarlo cada vez que desmaye del dolor. Y amputarle los miembros y extirparle los ojos, punzar sus oídos con agujas de tejer y arrojarlo frente a un hospital para que le mantengan vivo de una forma cruelmente piadosa.

Tanto odio… Me va a matar u_u
Tanto rencor…
Tanta oscuridad frustrada…
Cómo desearía ser una persona vil y horrible.
¡Cómo tengo hambre de tinieblas!
¡Cómo tengo deseos depravados de abominaciones sexuales!
¡Cómo tengo obscenos pensamientos criminales!

A veces creo que podría convertirme en un psicópata, o en un loco. O no se si estoy enloqueciendo poco a poco, o qué pedo.
Lo que sí sé, es que no quiero ser así. Que de ninguna manera voy a dejar salir eso nunca, aunque me muera de ganas, aunque me retuerza de ansia por cometer actos depravados y filias monstruosas, aunque me esté quemando por dentro la ira y el deseo de una sangrienta venganza, nunca dejaré salir nada. Todo se queda en mis relatos prohibidos, los que nunca subo. Los que se pudren en soledad en un cuaderno oculto. Sólo ahí puedo ser un monstruo libre y sólo ahí puedo dar rienda suelta a mi locura.
No quiero terminar deschavetándome y balaceando a todos, pero por más que trato de zafarme de eso, no se quita. Es como tenerlas pegadas, las sombras. Como  si por más que trato de hacerme pendejo con ideas de gente buena onda, cristiana, panista, conservadora, etcétera… Existiera una parte de mí que desea todo lo contrario.

No sé en qué momento me empecé a convertir en ese ser cuasimaligno, pero sospecho que es la semilla sembrada en mi alma desde hace tantos años y que no le permito germinar.
¿Pero cómo iba a llenar el vacío que deja una inocencia arrebatada por la fuerza a manos de un abominable monstruo? Sólo con tinieblas. Sólo con eso pueden llenarse los vacíos en el alma. Por eso dejan de ser sólo vacíos y se convierten en negros vacíos. Y como son negros, uno ya no puede ver el fondo, y sigue metiendo más y más tinieblas.
He probado algunas cosas que la oscuridad ofrece, y me gustó. Y fue en momentos de depresión y tristeza donde más alimenté el vacío. Con experiencias nuevas que más allá de saciar mi curiosidad, la hacían más grande y más morbosa. Cada vez solía tener deseos de experimentar vivencias más inmundas que las anteriores. Y cada vez, el vacío se hacía más negro y más voraz.
Así, finalmente, senté cabeza. Me detuve abruptamente con una experiencia que me hizo sentir como una especie de criminal. Afortunadamente nunca cometí ni un crimen, ni un delito; pero la moral que en mí quedaba, o al menos el sentido de lo que era bueno, me llevó a decir: “Ya párale a tu pinche pary, vas a terminar empantanado hasta el pescuezo y nadie te va a poder sacar”.
Ahora ese deseo se aviva de nuevo, lo siento escurrirse desde ese agujero hasta mi cerebro. Y aún soy fuerte y tengo la voluntad para detenerlo. Pero una parte de mí se cree confiada, capaz de manejarlo. Pero no quiero perderme. Y no me perderé, aunque me muera de ganas, por dentro, de hacer tal o cual cochinada.

Y aquí estoy de nuevo… Dando lástima.
Me reservaré todo el relato (que transcribiré después), sólo para el cuaderno inmundo, y para mis inmundos adentros. Y para evitar que más oscuridad se escurra de entre mis dedos, mi boca, mis ojos, mis pensamientos… Evitaré recordar, evitaré evocar, pensar, imaginar; como pueda, en mis oscuros deseos más profundos.

Que el universo siga su curso, que castigue a quién tenga que castigar sin mis horribles injurias, que me deje alucinando y que me aleje de las negras, seductoras sombras; por más ganas que tenga de abrazarme a ellas.
u_u

Tenías razón, buen amigo. Estoy podrido por dentro. Hiciste bien en alejarte.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Cenagosos caminos.



Noches como la de hoy, me ponen nostálgico. De hecho… muchas noches me ponen nostálgico, no sólo como la de hoy.

Resulta curioso ver cómo cambian las cosas en tan poco tiempo.
Un día le cuentas a alguien, en una peda casual, que las ausencias malévolas e inoportunas matan el cariño dentro de ti. Luego esa persona te dice que no, que eso es falta de interés, que debes alejarte, que no es tu culpa… Y cuando menos lo esperas, ella hace lo mismo. Comenzar a alejarse, a perderse en recuerdos cada vez más borrosos, hasta que de pronto ya pasaron varios días y, después, unas semanas. Y en medio de todo ese silencio una cosa: paranoia. Mil preguntas horribles. Mil respuestas peores. Todas ficticias, que dañan como si fuesen reales.
¿No era mejor decir “No, gracias” desde un principio, sin tener que hacerme pasar por ese doloroso proceso de lejanía entristecedora?
No entiendo.
No entiendo muchas cosas. No entiendo esa pinche manía mía de encariñarme de una forma tan malévola de las personas. Una forma destructiva, ponzoñosa y mala. (Como tentáculos negros, me dice una vocecilla.) Tampoco entiendo por qué me cuesta tanto trabajo olvidar. No entiendo por qué odio estar solo. ¿Será que me caigo tan gordo que ni yo me aguanto, y por eso no me gusta estar conmigo mismo?
No lo sé.
Lo único que sé, es que amo despacio. Despacio pero profundo.
Y sí… Quizás mi amor no es el mejor. Quizás está plagado de vicios y pecados, pero es porque no proviene del corazón de un santo. No soy un santo. Soy un hombre con un chingo de defectos, de miedos, de vicios… Pero soy un hombre con corazón, a fin de cuentas; Ergo, soy un hombre que ama. Con tentáculos negros, con paranoias malignas, con vicios y defectos, pero amor es amor, a fin de cuentas.
No… El amor nunca puede ser malo. Y mi amor ya ha hecho daño, al menos el suficiente como para no querer volver a verme en un buen rato. ¿Qué fluye de mi corazón entonces? ¿Qué emanaciones malignas hacen que la gente se aleje? ¿Tan repulsivo es?

“Si tienes un amigo, visítalo seguido. Las malas hierbas y las espinas, crecen en los caminos por donde nadie anda”.

No lo sé. Eso depende de qué tan bien esté cuidado el camino. De si la gente que anda por él, le pone empedrado y bonitos arbustos a los costados. O si la gente que pasa por él, prefiere tener solo un pinche sendero polvoriento, sin plantas, claro.
Yo no quiero espinas ni malas hierbas. Pero como no hay nadie que me ayude a empedrarlo, a plantar florecillas, ni a quitar las malas yerbas, ni a poner pastito; solo hay una cosa que hacer: Asfaltarlo. Y se acabó el dilema de las plantas. Malas, buenas, flores, espinas... Que nada crezca en el negro y duro asfalto, y que el camino quede libre por mucho, mucho tiempo. Sin hierbas ni espinas, ni arbustos, ni flores. Solo un camino abierto para quien quiera transitarlo, las veces que quiera, cuando quiera.
Así pues, me reservo los efluvios negros de mi corazoncillo. Ya basta de manchar almas buenas y blancas con mi veneno. Si alguien ha de ahogarse en él, ése soy yo. Pero antes, han de ser asfaltados con esa brea tóxica algunos caminillos. Que mueran las espinas y las malas yerbas, sí. Pero que no vuelva a crecer nada, para evitar futuros percances. Aunque sé que la naturaleza es implacable, que terminará agrietándose el asfalto y que de entre sus grietas, nuevos brotes de alguna planta emergerán triunfantes. Las preguntas son: ¿Qué tipo de planta? y ¿Cuánto tardará?

No lo sé. No sé muchas cosas. No sé por qué escribo esto, si ya sé que son sólo palabras. Son sólo letras que se quedan por ahí, que cibernautas errantes encuentran de forma aleatoria.
Si… Si sé por qué lo hago. Porque escribir es escupir todo ese asfalto. Es como si cada letra se llevara una gotita del veneno consigo. Una gotita menos en un alma inocente, una mancha menos en el honor de una persona. Un gramo menos de ponzoña en mi corazón. Es como si al dar clik en enviar, todas esas gotitas se fueran. Como cuando escribí una carta de odio y la quemé. Cómo me dio paz mirarla ardiendo. Cómo me dio paz saber que todo ese veneno jamás llegó a lastimar a nadie, más que a mí. Que todo eso, se convirtió en humo.
Y lo mismo pasa aquí. Un escrito tan cargado de algo inmundo, se termina volviendo un punto diminuto en la vorágine del internet. Un punto de veneno que, en medio de la infinita bondad y maldad de la web, termina neutralizado.

Adiós al asfalto, y adiós al amor. Al menos por ésta noche. Nuevas cantidades manarán de mi corazón mañana, nuevos suspiros añorarán los buenos tiempos. Pero como siempre, se perderán. En el viento y en el olvido, en el camino y en la noche, como yo me voy perdiendo lentamente en su memoria.
A éste paso de ausencia silenciosa, terminaré siendo sólo un recuerdo. Un mal recuerdo, para acabarla de chingar.
Me pregunto si me recuerda tan seguido como yo evoco su imagen. Esa es una de las preguntas que me hacen daño.
Bueh… Hasta entonces, seguiré tratando de arrancar espinas y malas hierbas, quizás un día de éstos sus pies vuelvan a pisar mis cenagosos caminos.