sábado, 9 de enero de 2016

El espejo.

Parece mentira, pero yo ya presentía que esto iba a suceder, por eso no quería pasar más tiempo con su obsequio en mi poder, debía entregárselo antes de que terminara el año, y fui muy insistente con verle, aunque sea un momento, para poder dárselo. Tuve un sueño, uno de mis muchos sueños, donde de nuevo se iba/perdía de mi vista, pero este fue particularmente triste. Sucedió más o menos por noviembre, creo, cuando soñé que estaba en un pueblo y también ahí le encontraba, estaba feliz, y yo recogía unas extrañas frutas porque se que no comía carne y lo que se hacía en mi sueño era una parrillada. Sin dar tantos detalles de mi sueño, nos quedaremos con el echo de que le soñé. Había un siniestro patrón en mis sueños, desde aquélla primera vez que le soñé burlándose de mí mientras su tía me corría de su casa. El patrón es el siguiente: el día que le sueño, vaticina que tendremos un conflicto en las siguientes semanas. Y tristemente siempre fue así. Predije, mediante mis sueños, la vez que llegué tarde a bellas artes y se fue, desapareciendo de mi vida por 6 meses. Predije también la vez que me equivoqué de estación y no le vi, la vez que discutimos sobre mis complejos, aquél horrible viernes negro. Predije muchas conversaciones facebookeras que derivaron en pleitos aparentemente sin sentido... Y nunca pude actuar a tiempo, pues cuando ya estábamos inmersos en la vorágine de enojo, recordaba lo soñado hacía semanas.

Un 18 o 19 de julio, no recuerdo, me nació la idea de darle algo que le ayudara a recordarme, porque sabía que algún día, como en mis sueños, se marcharía. La tarea fue difícil, al principio, pero no porque no supiera que obsequiarle, sino porque no sabía cómo hacerlo. De nuevo hubo un pleito, y de nuevo nos distanciamos por un tiempo. Un día, en los hermosos reencuentros que se daban, me dijo "...me dan mucha ternura, ¡quiero uno!..", y ¡voilà! Ya estaba resuelto, sólo faltaba saber en qué momento. Busqué al más realista que pude, del tamaño adecuado, pues había muchos grandes y otros más pequeños, pero el que observé era, al menos para mí, perfecto. Lo cargué, y sabía que su destino era morar entre sus brazos. Traté, mediante ciertas señales a veces expresadas, de decirle que algún día pelearíamos como nunca, y que a pesar de eso, no debía dudar de mi cariño.

Pasó el tiempo, y de nuevo me permitió estar a su lado, cuidarle mientras dormía en una mesa, dormir a su lado en su cama, me permitió abrazarle estando recostado, y cuidadosamente, procuré no dar paso a malas interpretaciones, aún no sabía si me era permitido acercarme de "esa" forma. ¡Qué dicha! Hacía tanto, tanto tiempo que no recordaba lo que era dormir sobre un solo costado, pero a su lado. Y después, de nuevo, las cosas subían como dorada espuma en una copa de champagne. Poco a poco, nuestras conversaciones se tornaban más amables, menos desconfiadas. Y el día de darle mi último obsequio había llegado, un 31 de diciembre. Lo que había estado planeando desde hacía 5 meses, por fin culminaría, y qué nervioso estaba, puesto que siempre la riego. Llegué tarde, para acabarla de chingar, y entre bromas,  sabía que eso le molestaba. ¡Qué facilidad tenía para enfadarle! Y a pesar de eso, cuando me veía, siempre me abrazaba y sonreía. De haber sabido un poco más de vinos, y de haber tenido más tiempo y menos urgencia por partir, habría escogido un mejor vino. Aún asi, con el regusto amargo que dejó mi copa y el sentimiento de "la regué" por haber comprado algo tan feo, la dulzura de su compañía me curaba, me alimentaba.

Siempre hubo cierta dureza en su trato, pero nunca me importó demasiado. Es curioso, o realmente no lo es, siendo mi vida; que una de las mejores noches que he pasado, me la invoque la película de Misery... Tenía que ser yo. Entre la atmósfera del momento, le expliqué el significado de su obsequio. Quería darle algo que le recordara todo lo bueno que alguna vez percibió en mí, para  que el día en que todo "valiera verga" entre nosotros, me recordara como algo bueno y no como "la peor de sus peores relaciones". Debí ser más valiente y decirle cuando el alcohol no había hecho estragos en su memoria. Quizás no lo recuerde, y quizás mi obsequio ahora no es más que otro instrumento diabólico y engañoso para "quedar bien".

A lo largo de la historia (de nuestra historia), siempre me recomendó cosas, lo hacía por mi bien, estoy consciente, pero nunca fui bueno recordando. Una vez, incluso, hice una lista en bloc de notas con los nombres de sus amigos, de las películas y libros, para no volver a olvidarlos. Siempre se le olvidaba quién era mi amiga con la que siempre me río, y se confundía, pero nunca  me importó realmente porque yo sé lo que es padecer mala memoria, siempre que preguntaba, respondía sin molestarme. Pero no pasaba igual cuando yo lo hacía, y ese, mi gran defecto, el ser olvidadizo y distraído, me hizo acreedor a varios castigos. Recuerdo que alguna vez le dije Thelemita. "Estaba molesto", es una justificación que pude haber dado, muy de su estilo; pero yo no justificaba, pedía disculpas. Eso es algo que jamás se le olvidó (y eso que yo soy rencoroso), y por ello, a veces, hacía bromas con las cosas horribles que alguna vez tristemente emanaron de mi boca, bromas que en el fondo picaban como asqueles.

De todas las recomendaciones que me dio, cumplí varias de ellas, no todas, claro, pero si algunas.
Leí "gente tóxica", atesoré la página de libros de ciencia ficción, compre crema con factor de protección solar, bajé discos que me pasaba, asimilé mucha de su música, dejé de comer gorditas de chicharrón con frecuencia, dejé de escuchar a Behemoth y a Dimmu Borgir, dejé de publicar gore, dejé de hacer muchas otras cosas y comencé a hacer algunas otras, ¿para quedar bien? ¿Por qué lo hice? Porque realmente sentía que hacía lo correcto la mayoría de las veces, a su tiempo. Nunca lo hacía de inmediato, tardaba meses en hacer algo, pero cuando lo hacía, lo hacía porque yo sentía que debía hacerlo, no porque me lo dijera. Y así me sentía bien conmigo mismo.

Hace poco solicité se me diera la receta de un tónico, una receta que me había dado ya alguna vez, y que tristemente nunca anoté en ningún lado, creyendo que estaría a salvo en una conversación. Por vulgar (y por tonto), perdí la famosa receta, y al volver a preguntarla, le saqué de quicio... Entre el enojo y la represalia, me confesó haberme estado mintiendo por 3 meses. Algo en mí se rompió. ¿Cómo era posible que una persona tan buena, tan gentil, que apenas hacía unos días me acariciaba, me besaba los ojitos, y me decía que me quería, hubiera abusado de mi ingenuidad y de la ciega confianza que sentía para creerme semejante milagro de la herbolaria? Dios... debí sospechar desde un principio que ni el aceite de mandrágora con gotas de veneno de acromántula daba tan maravillosos resultados. Pero le creí, le creí y ciegamente, a su tiempo, a mi ritmo, ya convencido totalmente por mí mismo, cuando decidí por fin hacerle caso por mi cuenta y no porque me lo haya dicho, descubrí que me mintió. Y entonces el mecanismo de defensa se activó, y todas las cosas que alguna vez poseyeron candaditos de confianza y cerrojos de fe, se abrieron para dar lugar a dudas y preguntas.

¿Y si el cuadrito, en la bolsita ziploc, realmente estaba ahí por otros fines? ¿Si lo compró para sí y nunca había pensado en compartirlo, hasta ese momento, en que dejándose llevar por la atmósfera, con tan hermosa sonrisa me mostró? ¿Y si lo dijo para "quedar bien"? ¿Y si en verdad, al igual que me hizo creer por tres meses una tontería, abusando de mi ingenuidad, me ha hecho creer otras mentiras como castigo por ser distraído? ¿Qué mentiras? ¿Qué otras cosas que yo creo con ferviente fe por sólo provenir de su boca, también son un engaño? Invadido por la duda, me rendí estúpidamente ante la mezquindad, y recordé a otras personas del pasado, a quienes me cambiaron por sus ex novios, a quienes me fueron infieles con sus ex novios, a quienes me fueron infieles en fiestas o con sus maestros, y de quienes nunca hubiera sospechado nada porque creía ciegamente en su verdad. Trabado, atascado de nuevo en la espiral horrible que me engulle siempre que el piso bajo mis pies desaparece por esta clase de eventos, haciéndome caer cada vez más bajo y más rápido, comencé a recordar, y al recordar, comencé a revivir todas las veces que, enojado, alguna vez le ofendí, provocando que, por regar agua sucia en su piso, me reventara un palo de escoba en la espalda. ¿Cuántas veces escuché que algo se rompiera antes de aterrizar echo pedazos? No lo sé.

Y al final, ya en el piso, después de haber bajado la tremenda espiral, después de haber recordado muchas cosas, con la espalda desecha y la mente confundida, sonreí, y decidí fingir que nada había pasado. Qué tonto, una taza rota siempre fugará. Debí decirle en su momento "la cagaste", pero no quería pedos, no quería arruinar el momento por el cuál atravesábamos. Me guardé el veneno, permitiendo que me envenenara en su contra. Pero... ¿y si lo hubiera escupido? No habría tenido sentido ni serviría de nada, pues en vez de escuchar un "lo siento", un "tu dijiste tal, yo solo te seguí la corriente", sería expresado. No había forma de sacar el veneno, sólo tenía que tragarlo, una vez más, porque sabía que no hay justificación para mis pendejadas, pero sí para las suyas. Ese día perdí los ánimos de hacerle caso y me quedé en casa a dormir con mi perrito.

Al día siguiente, decidido a ir a conseguir las cosas, tontamente, ingenuamente, me atreví a ser huevón, y en vez de buscar los ingredientes, le pregunté. Grave error, y grave es el castigo que acarrean mis errores. De nuevo, otra basqueada de injurias calló encima de mí, pero esta vez, cegado por la ira, respondí. ¡Qué tonto fui! Debí quedarme callado, y debí tragarme de nuevo el veneno para evitar más conflicto, pero no pude. Y en el torbellino de enojo, cometí muchos errores, errores que pagaría caro, por supuesto.

Algo que siempre me ha favorecido, es que gracias a su enojo descubro muchas cosas que no quería ver de mí mismo. Descubrí que no soy caballeroso, que soy vulgar, misógino, mezquino, avaro, mentiroso, cobarde, que me falta hombría y que soy medio-hombre, que nunca llenaría a nadie, que no habría quién me aguantara, que no soy suficiente, que soy un cretino y engañoso "queda bien", que soy la peor de las peores cosas que pueden pasarle a alguien, y, finalmente, que soy un ser vacío rodeado de otros seres vacíos, cuya realidad se resume en un copy-paste de pendejadas y que produce mucha risa. Saber que me percibe de esa forma, que incluso se ríe de mi, me hace dudar aún más si en verdad habrá querido compartir la psicodelia o sólo la adquirió para sí, y me ofreció compartirla al ver mi sed de cariño y pertenencia en su vida. Por otro lado, también me ayuda a descubrir por qué se molestaba cuando no le hacía caso.

Todos nos recomiendan / sugieren cosas que olvidamos con el tiempo o que, inconscientemente, no consideramos importantes para nosotros, casi todos lo hacemos. Pero eso es algo que a los demás no debería importarles, pues al final la recomendación está puesta, y la decisión de tomarla es completamente nuestra. Pero saber que soy una cosa tan triste y tan perdida, y tan fea... para poder relacionarse con ella, me hace entender por qué le urgía que hiciera caso a todo. ¿Quería cambiarme? Tal vez si, POR MI BIEN, eso es INNEGABLE y es algo que jamás cuestionaré, pero quería cambiarme. Por eso las recomendaciones no eran sólo recomendaciones, eran algo más grave, menos simple, por eso le molestaba que no las siguiera.

A mi, la neta, no me molestaría si escuchan a tal o cual grupo, o si ven tal o cual película, o leen tal o cual libro; que yo haya recomendado. Tal vez perdió la paciencia porque "no le hacía caso", no porque no le hacía caso, sino porque varias veces le preguntaba la misma cosa. Si, admito que eso es castroso en mí, no sería la única persona en percibirlo o en decirme "¡Ya te había dicho! Me caga tu Alzheimer", pero no era para tanto, según yo. Aparte, si preguntaba algo era porque tenía el deseo de hacer caso, a mi ritmo, a mi tiempo, soy desidioso, olvidadizo, distraído, pero ya decidido a hacer algo, lo hago. Así pasó con los aceites, con la crema anti-UV, con "gente tóxica", con muchas cosas... Las hago cuando yo siento que es momento de hacerlas y cuando siento que en ese momento me favorecerán más, no lo hago por quedar bien, aunque tenga fama de eso.

Varias veces se criticó, POR MI BIEN, mi estilo de vida. Quizás no de la mejor forma posible, pues me puse igual que cuando yo critiqué el suyo. Se me dijo que no debía opinar de algo que, a final de cuentas, me valía verga, y se me revocaron los derechos y privilegios a ser candidato a ciertas partes de ese estilo. ¿Qué pasó? Creí que la amistad era "aguantar vara" cuando se nos cuestionaba. Y yo lo hice de dos formas diferentes, siempre. Una, la más gentil, cuando se me pedía mi opinión sobre tal o cual aspecto. "¿Crees que hice mal?" y siempre aclaraba que no estaba en la mejor posición de opinar, siempre usé las palabras menos trasgresoras y siempre traté de darle ánimos. La otra forma, la menos adecuada, era vociferar lanzas y señalar "errorcillos", invadido por la ira. Al final,  creo que no "aguantó vara", y creo que más allá de eso, la vara se rompió, porque ya no veo su foto en guatsap.

¿Qué pasó? Yo, en serio, considero que enojarse por que no te hacen caso cuando recomiendas algo, es un poco... exagerado. Considero que hacer creer a alguien una tontería como castigo por ello es... excesivo. Considero que no insulté en ningún momento, salvo la parte de decir lo de basquear injurias, en ningún momento traté de hacerle sentir mal, sólo expresé las partes que me dolían. Pero eso siempre fue "recriminar". Expresar "aquí la estas cagando" siempre fue recriminar, cuando en verdad un simple "lo siento" habría bastado. ¿Cuántas disputas no pudieron haber sido abortadas con un simple "lo siento"? Y después viene a mi mente su voz, por teléfono, aquél viernes negro "yo no vine al mundo a pedir perdón a nadie, y menos a personas como tú". Otro palo a la espalda... Pero bueno, es necesario, porque gracias a eso noté que no servía de nada expresar tristeza o enojo. Aunque en la película de Intensamente se nos explicó que la tristeza tiene por objetivo principal resolver conflictos llamando la atención con una alarma de "aquí estamos cagándola", mi tristeza siempre fue vista como un drama, un berrinche, una loquera, un delirio, una recriminación... un todo, menos una señal de que algo estaba mal.

¿Y estaba mal?
No lo creo. Juana la loca me ayudó a vislumbrarlo. Me "senté en el ácido" para observar las partes de mi cuerpo que se ven afectadas. Lo primero que descubrí es que mis tripas y mi corazón pagan las consecuencias. Más mi estómago. Por 5 días, mi depresión me mantuvo comiendo sólo la mitad de lo que realmente soy capaz de comer. Por 5 días sentí un malestar semejante al burbujeo de la diarrea, y en el pecho una pesadez espantosa que oprimía mi corazón de pollo. Luego, le vi como un espejo. ¿Por qué me molestaba que le molestara que yo no hiciera caso? La teoría del "lo que te choca te checa" dice que le molestaría por lo mismo que a mí, pero a mí realmente no me molesta que olviden lo que digo, porque yo mismo sé qué es eso, lo que sí me molesta es que se lo tomen personal, como si sólo a esa persona le hiciera eso. ¡Ah! El hilo negro... Me molesta que lo tome personal porque yo mismo me tomo personal muchas cosas. Por ejemplo, que no quieran fumar mota conmigo, a pesar de que la conseguí para ese único fin, para compartir. ¿Y si sólo no quería y quería fumar en soledad? Entonces recuerdo el engaño del aceite... ¿Y si no? ¿Y si sólo era un pretexto para no convivir? ¡Otro pretexto! Me molestó que creyera que soy tan pendejo como para tragarme esos pretextos. Cómo me emputan esos pretextos, era más fácil decir "la neta quiero fumarla en soledad, hace tiempo que no lo hago y quiero que el reencuentro sea así, ya habrá tiempo para fumarla juntos", en vez de decir esa pendejada de "me panikeo"... Pero... ¿por qué pendejada? Quizás realmente lo único que quería era disfrutar su viajecito sin mis malas vibras.

¿A caso yo no me panikeo con muchas otras cosas? Sí, si lo hago. Entonces, me tomé personal eso. Como me tomé personal que no me acompañara, que se fuera a cierta expo sin mí, a pesar de que yo le dije, que viera "eco de la montaña" a pesar de que le dije que quería ir también... Así como me molestó que se tomara personal lo de "no hacerle caso". ¿Y por qué me molestó eso? Primero que nada, tomarse personal algo es creerse demasiado uno mismo como para que el otro no nos considere. ¿Arrogancia, soberbia, orgullo o vanidad?

"Los 4 conceptos se relacionan debido a que surgen de una imagen que tenemos de nosotros mismos, una imagen elevada, un buen concepto de esa persona que creemos que somos. A la vanidad se le agrega el hecho de que deseamos que el otro nos recuerde ese alto concepto, que lo confirme; es un esfuerzo superficial de mantener esa imagen que no existe, y la confirmación del otro nos completa la ilusión. La arrogancia y la soberbia son parecidas: un sentimiento de superioridad. En este caso, no hay necesidad que el otro lo confirme, con tal de que uno solito se lo crea, es suficiente. Entonces puede existir alguien muy aislado que es tan arrogante como para convivir con los otros. La soberbia, me parece, es un tanto distinta porque sí implica más la imagen ante los otros. El arrogante podría ser solitario, el soberbio no tanto. Y el orgullo es, en sí, esa estimación que tenemos por nosotros mismos. Se parece más a la vanidad. Es un sentimiento excesivo por un amor hacia nosotros y nuestros logros. En este caso no es necesario que el otro lo confirme, como en la vanidad, sino que con tal de que uno sepa lo que logró, es suficiente. El orgullo es más profundo que la vanidad, porque incluye méritos concretos. Sin embargo, esos méritos siguen construyendo esa imagen que queremos conservar.En los 4 casos, cuando algo del exterior destruye nuestra imagen elevada, nos causa una sensación de caos, de molestia. Y lo primero es negar ese estímulo externo, pues como ya construimos esa imagen, el otro no puede estar en lo correcto." J.L.L.

Por eso causé tanto caos al señalar "errorcillos", por eso molesté tanto con mis berrinches y pendejadas, por eso insulté y agredí. Un alma que con tanto valiente y admirable esfuerzo ha logrado esculpir de sí misma una versión mejorada, y que aparte de todo se preocupaba por mí, obviamente se sentiría agredida si tocaba ciertos temas. Hablando de aguantar varas, creo que por eso me borró del guats, por haber puesto en duda y "reprobar" algo que con esfuerzo y convicción trató de compartirme. Señalé, de la forma más horrible posible, su vanidad. Diablos... sí que soy una persona horrible. Ahora comprendo que fue lo mejor que pudo haberme pasado. El espejo más exacto y más perfectamente pulido, en cuyos hermosos ojos con pestañotas de vaquita, podía reflejarme completamente desnudo. ¡Ah! Cómo te extraño... El primer "errorcillo" que le noté (y que por ende, debí notar en mí mismo), un eufemismo (gracias por enseñarme esa palabra) de "chingadera", fue la ceguera blanca. Esa extraña forma de justificar todas las veces que, sin querer o intencionalmente, metía la pata, sin pedir disculpas. La ceguera blanca que le noté es la ceguera negra que yo padezco, y que, a diferencia de creer que "yo no puedo estar mal", me hace ver que "todos están mal". Hay diferencia entre "yo no estoy mal" y "todos están mal", pero ambas cegueras están sobre la misma línea: la soberbia. 


Mi soberbia es lo que me hizo sentir que tenía derecho sobre su mota, sobre su compañía, sobre su tiempo, sobre su persona; y cuando me las negó, me sentí herido. Mi soberbia me hizo sentir que tenía derecho a celarle, a procurarle, a gritarle cuando me molestaba en algo, a cuestionarle y, finalmente, a reprobarle. Mi soberbia me hizo pensar que no tenía derecho a molestarse por olvidar una puta receta, me hizo creer que "no era para tanto", me hizo creer que, de alguna manera, yo pertenecía a su vida. Qué equivocado estaba, pues todos somos diferentes. Tuve otro sueño, uno donde, por primera vez, se despedía antes de irse. Creo que este sueño es el peor de todos, pues nunca había soñado que se despedía. Tal vez es el augurio de que, ahora sí, no volveré a dormir a su lado, ni a mirar sus pestañotas sobre sus negros ojos, ni a probar sus suaves y delgados labios, ni a escuchar su risa, ni a mirar su cuerpo desnudo, ni a oler a manzana con canela, ni a incienso, ni a salir de nuevo a ningún lugar, a abrazarle por un largo rato, a ver ninguna película (y ya se estrenó snoopy, ¡qué horror!)...

Mi soberbia me hizo quedar ante sus ojos como un queda bien, un cobarde, un miserable, un medio-hombre, un puto rodeado de pendejadas copy-pasteadas. Mi soberbia... nacida de mi autoestima rota, y ésta ultima quebrada por un embate de traiciones, tras traiciones, errores de confiar en la gente equivocada, de traumas infantiles y recuerdos dolorosos. ¿Y la suya? ¿Qué cosas le hicieron padecer su ceguera? Y yo contribuyendo al caos, ¡qué vergüenza!
No mentí al decir que nuestros adultos, en muchos aspectos, chocaban, y que la única parte que nos vinculaba fuertemente, era la parte infantil que llevamos dentro. Niños que, asustados, tuvieron la suerte de encontrarse en el recreo de la vida. Ahora, ya tarde, veo que nuestros adultos no chocaban, sino que se reflejaban, uno en otro, como un par de perfectos espejos, y entre tanta reflejada, uno de ellos se quebró. 

Ambos tenemos la misma lap, fuimos en el "G", nuestro gánglio esta en la misma zona pero del otro lado, como reflejada, ambos tuvimos muchas cosas en común, y eramos tan diferentes al mismo tiempo... Me siento triste por haberme tardado tanto tiempo en comprender que nunca me hizo daño, sino que siempre me lo hice yo mismo, frente al espejo. Me da tristeza saber que ofendí a alguien a quien quiero tanto, y que en el estúpido impulso por decir "¡Me lastimaste!", terminé haciendo y haciéndome más daño del que ya estaba hecho. Comprendí, ya tarde, que tenía razón al advertirme del negro agujero que en mi corazón se encuentra, succionando todo lo horrible que acontece en mi camino y que, muchas veces, yo mismo provoco.

¿Me hará caso? ¿Seguirá pensando que estoy mal cuando le advertí sobre esta ceguera blanca? ¿Sobre sus problemas con controlar su enojo? Cosas que, por supuesto, noté gracias a que yo las padezco... Una vez dije que la gente no mira las cosas como son, sino como ella es. Si tan mal miré su reacción ante mi distraída personalidad, y si tan mal miró mi apatía por hacer caso, ¿Qué nos estábamos advirtiendo el uno al otro, pero para sí mismo?

La magia... nuestro primer tema de conversación verdaderamente sustancial, más allá de las banalidades, fue lo que realmente teníamos en común. Más desarrollado en su persona, claro, pero aún así, recuerdo que eso fue de las primeras cosas de que hablamos. ¿Cómo olvidar? Cuando le vi en bellas artes la primera vez, más radiante de lo que me imaginaba, cuando nos abrazamos tanto tiempo en los cañones del museo, cuando me dio un cuarzo rosado, cuando me dio las demás piedritas en una bolsita con papel amarillo y púrpura, cuando pasamos "nuestros 5 minutos" en el pasto de chapultepec después de que me enseñara un poco de alemán, cuando me puso un cuarzo en la cabeza mientras dormitaba, cuando me invitó a su casa por primera vez, cuando nos dimos nuestro primer beso sincronizado, cuando se enfermó de la panza y estuvo conmigo aunque se sentía mal, cuando conocí a su madre, cuando dormimos juntos por primera vez, cuando le hice huevo con papas, cuando me mandaba audios, cuando me ponía a banana... Dioses antiguos, cuántas lágrimas y cuantas sonrisas y todo echado a perder por mi soberbia.

Duele saber que, entre más quería acercarme, menos pertenecía a su círculo. Es evidente que por casi tres años, traté de ocupar una silla que no me corresponde en una mesa que quizás no fue puesta para mí. Entrenarse a uno mismo para perder aquéllo que teme uno perder es una práctica muy suya que siempre tuve presente desde el 6to mes después de conocerle, cuando me dijo "no quiero verte nunca mas, no hay nada firmado". Sabía que ese día llegaría, pero diablos, ¿por qué después de lo más bello? Ser congruente con uno mismo, es algo que trataré de cultivar en mí, y si hay algo por lo que deberé luchar a toda costa, es por no tomarme personal ciertas cosas. Entre menos enojo manifieste, más paz llegará con el tiempo, y con el paso de los días seré una buena persona, alguien que valga la pena conocer o conservar, y sabiendo que todo está conectado, trataré de disfrutar la soledad que me viene para saber cuando escojo a alguien por soledad o por amor.

Bien sabido es que soy más sensible al lado oscuro de la fuerza, pero el hecho de ser sensible a la fuerza, me da la posibilidad de percibir su lado claro.


Gracias por haber sido mi espejo, perdóname por haber sido una mala persona contigo, por haberte ofendido y por haberte decepcionado tantas veces. Dejaré de buscarte, porque sé que no soy lo mejor que me gustaría ofrecerte, y hasta entonces, me conformaré con recordar en melancólico silencio los buenos momentos que pasamos juntos. Este día, descubrí por fin que el error, como decía, no sólo fue mío, porque para un tango se necesitan dos, pero si estoy consciente de que la mayoría de las veces, yo lo propiciaba o exageraba todo. Te pido perdón por enturbiar la paz que tenías o pudiste haber tenido si no hubiera estado ahí, y te doy las gracias por inspirarme tantas cosas buenas. Por haberme inspirado a observarme, por haberme dado la valentía de pintarme el cabello y, sobre todo, por inspirarme a ser un poco mejor.

Te amo, no de la forma romántica en que se supone no debo amarte, sino que te amo por tu belleza, por tu genuina forma de ser, por las veces que me perdonaste, por las oportunidades que me diste, por el amor que insuflaste en mi pecho y por las veces que lamiste mis heridas, te amo por haberme hecho saber que cuando estaba contigo, podía ser menos mezquino. Te amo por haberme amado aun siendo una pila espantosa de defectos y por recoger mis pedacitos cuando estaba quebrado. Ahora me toca devolverte el amor, y creo que la única forma efectiva para demostrarte ese cariño, es dándote paz, y contribuyendo lo menos posible al desorden en tu vida. Por eso, porque te quiero, te estimo, te amo, te aprecio y quiero saber que estarás bien, permaneceré en silencio hasta que algún día el destino que nos juntó, nos junte de nuevo si es que debe pasar eso. Quien te ama, no te hace daño, y por ello guardaré silencio, porque sé que mis palabras y mi amor contaminado causan caos y desgaste a tu tranquilidad.

Te quiero mucho, gracias por todo y espero que estés bien.
Loncho.