martes, 18 de agosto de 2015

Una disculpa.

Te ofrezco una disculpa.

No porque crea que me he equivocado, sino porque creo firmemente que aunque estemos haciendo lo correcto, si hacemos sentir mal a alguien, hay que pedir disculpas. No importa si estoy bien, si lo que hago o hice está bien, no hay justificación para hacer sentir mal a alguien.

¿Qué puedo decir? Sé que no era tu intención provocar esto cuando preguntaste "¿Por qué me has abandonado?", pero tampoco era mi intención prolongar -aunque sea una mini madre más- el largo historial de mentiras que acarreábamos. Nunca te abandoné, ni cuando en los tiempos horribles de destrucción y podredumbre nos buscábamos sólo para hacernos daño. No te abandoné cuando me enteré de tu primera infidelidad, ni cuando me enteré de la segunda, ni de la tercera... No te abandoné cuando caí en tu sucio juego, y comencé a vengarme cometiendo los mismos actos horribles para hacerte sentir el dolor que yo sentía, porque sabía que me querías de alguna forma.

De hecho, te odié por todo el daño que me hiciste y que me inspiraste a hacerte, pero ni aún así te abandoné. Siempre estuve ahí, de alguna forma. Quizás no física ni moralmente, pero siempre tuve tu número en mi celular, tu contacto en el hi5, tu correo en mi msn, tu face; nunca dejé en visto un mensaje tuyo, nunca dejé de responder tus dudas, ni tus comentarios, ni tus saludos. No te abandoné.

¿Por qué ya no te hablaba, ni te veía, ni te buscaba? La respuesta que te dí: "¿Para qué?", es algo que tú también debiste haber pensado. Y es que no es mal pedo, pero después de haberte tratado de meter en mi corazoncito como pareja y como amistad, me quedó un muy mal sabor de boca; y yo creo que la gente nunca cambia. Ya tengo los suficientes amigos, ¿para qué arriesgarse a volver al mismo círculo vicioso?

Cinco... no, casi seis años después de nuestra historia, hoy por fin ya no figuras entre mis contactos. Nunca te eliminé porque, si no elimino gente que nomás agrego "por bonita" y ya después me da hueva, ¿por qué habría de eliminarte a ti? Que a veces me hablabas, que a veces comentabas, que a veces y te encontraba en el centro y me saludabas.

¡Ah! Siento un poco de remordimiento porque no suelo ser así, pero cuando te respondí que realmente prefería conservar mi paz mental que volver a intentar llevarme bien contigo, no mentía. Y, repito, no quería añadir una sola mentira más a nuestra historia, por eso te dije la verdad.

¿Fui cruel? Sí, muchas veces. Fui cruel cuando caí en el inútil juego de tratar de darte celos, fui cruel cuando con horrible indiferencia bateaba tus intentos de hacer las pases, fui cruel cuando te invité a mi cumpleaños, me puse pedo y pacheco hasta la madre y te dije que sólo te había invitado para confirmarme a mí mismo que ni en mi estado más deplorable me importaba tenerte cerca. No, no fui cruel, fui un pobre tonto, rencoroso y vengativo. Hoy no he sido cruel, ni vengativo, ni rencoroso; hoy fui sincero.

Dejé de odiarte hace mucho tiempo, y te perdoné la vez que te encontré en el centro y nos abrazamos. En verdad una parte de mí sintió gusto al verte y al saber que estabas bien, y el sentir una emoción positiva después de tanto tiempo me hizo saber que ya todo estaba en paz. Y esa paz duró... duró un buen tiempo de sana distancia y silencio, interrumpido de vez en cuando por saludos fortuitos y comentarios ocasionales que no me inspiraban ni enojo, ni alegría, ni tristeza, ni nada.

Eso es: una sana nada. Nada que perder, ni qué ganar; nada que duela, ni que cause goce, ni que haga daño, ni que cure tampoco. Simplemente un poco de cordialidad facebookera, digna de cualquier persona que figure en mi muro y me agrade mínimamente (lo cual, aunque suene mamón, es un obsequio que no se le ofrece a cualquiera).

Sé que quizás tu intención al hacerme esas preguntas, era encaminar las cosas a, quizás, ir por un café, tratar de salir por una chela, llevarnos bien. Quizás... Pero, como ya he mencionado, valoro mucho la poca paz mental que ahora poseo, como para tratar de volver a conocer a una persona con tan mal historial.

Dije que no creo que la gente cambie, eso es verdad. Pero sí creo en las ganas de ser mejor persona. Sé que un árbol por más que se vuelva silla, no deja de ser madera, que una ninfómana por más monja que se vuelva, no deja de sentir hervores en la sangre, que un alcohólico o un drogadicto no dejarán de sentir la sed o las ansias aunque pasen el resto de su vida sobrios, que un cerdo arrogante no deje de sentir el incipiente pecado de la soberbia en su boca, al dirigirse a su prójimo con palabras amables... Pero también sé que se necesita mucho trabajo para convertir un tronco en silla, un deseo en convicción, un vicio en voluntad y un pecado en virtud. Y no dudo que tú o que nadie, carezca de semejante capacidad evolutiva, simplemente... no me quedaron ganas de confirmarlo después de todo.

Y no, no sólo recuerdo las cosas malas. Fuiste la primera cena romántica preparada por mano propia, completamente en mi honor (aunque fue para remendar una enorme pendejada, es algo que un tauro valora sobremanera), la primera ida al museo de la manita... y muchos otros recuerditos que atesoro y no menciono porque considero especiales.

Lo malo se recuerda mejor, más fácil, porque flota; toda la mierda y podredumbre flotan tarde o temprano y apestan la superficie del agua donde navegan. Una horrible nata de maldad, que ligera, se muestra en la superficie de un espejo negro y turbio en el cual se refleja todo el daño que alguna vez uno provocó en su prójimo y a sí mismo. ¿Qué viste en el espejo de ese lago? ¿Cuántos pedazos rotos míos alcanzaste a distinguir, que tú en algún momento arrancaste de mí?

Pero las cosas buenas... ¡Oh! los buenos recuerdos, ¿cómo olvidarlos? Esos se hunden, hasta el fondo, como pesadas semillas de loto que aguardan en los recovecos más oscuros de la psique. Es difícil encontrarlos, y recordar lo bueno dentro de una "mala historia" implica zambullirse primero en la nata nauseabunda de putrefacción sinuosa que flota en la laguna de mi mente, a la deriva. Encontrarlos es difícil, porque en el fondo mis sombras los abrazan y protegen, porque mi corazón se nutre de ellos y los nutre al mismo tiempo, y un día, cuando todo se ha ido, cuando la nata de podredumbre al fin fue descompuesta en sabiduría, experiencia y perdón; cuando deja de existir como algo tóxico y malévolo y pasa a formar parte de algo que nutre el agua donde aguardan las buenas semillas de los bellos recuerdos... en ese momento florecen.

Y ahora, tras seis largos años, un ciclo se ha cerrado. Te recuerdo con gratitud, porque gracias a ti aprendí que eso de "dar celos" es algo estúpido, que "un clavo que saca a otro clavo" es el peor error que se puede cometer y es preferible estar soltero por largos periodos de tiempo.
Siento un poco de remordimiento, quizás por haber sido tan cínico al responderte cuando preguntaste por qué no nos veíamos ya; pero prefiero ser cínico a ser mentiroso de nuevo, y por eso, cuándo te pregunté: ¿Para qué?, y me dí cuenta que ya no había un "para" ni un "por qué", decidí darte la opción de eliminarme.

Haz decidido, pues, la sana distancia y la apacible lejanía. No espero que no me barras con la mirada si alguna vez me miras en el centro, pero tampoco espero que el reencuentro sea grandioso. Te pido disculpas de nuevo, por la forma en que mis palabras desembocaron en todo esto, pero es que tienes razón: "ya no tiene sentido".

La gente nunca cambia, sólo son la misma cosa en diferentes procesos y diferentes circunstancias, pero en esencia son lo mismo. Yo, vengativo y rencoroso, seré así hasta el ocaso de mis días, pero las flores de loto, cuya cuna alguna vez fue el sinuoso fondo de un negro estanque, con el tiempo saludan al sol en esplendorosa belleza. El estanque nunca deja de ser estanque. Así pues, tú y yo, algún día seremos estanques floridos. Aún me queda mucho por descomponer, mucha parte del estanque que tapizar de flores.

Una mariposa nunca dejará de ser gusano. En eso, quizás, radica la humildad. No existe el "he cambiado", existe el "hago lo que puedo por no ser como antes". Eso se valora más. Tengo amigos que me quieren mucho, los suficientes, creo yo, como para andarme arriesgando a otra amarga experiencia contigo. No dudo que no tengas la capacidad de no ser como antes, pero ya es demasiado tarde (casi seis años tuviste para demostrarlo). Creo en ti porque sé que eres capás de ser diferente, pero, de nuevo, te ofrezco una disculpa por no quedarme a ver. No me gusta dar paso sin huarache, y pues soy ingeniero, tienes un mal historial de eventos. "Si buscas resultados distintos, no intentes siempre lo mismo".

Gracias por todo.