sábado, 26 de abril de 2014

Encerrado


Abro los ojos, noto con cierto coraje que la luz aún es demasiado tenue como para ser una buena hora para levantarme. Doy media vuelta sobre mi lecho, me paso dando vueltas en el colchón, tratando de encontrar una posición favorable para mi sueño. Fracaso. Cubro mi cabeza con las cobijas, no sin sentir cierta culpa, pues leí en un artículo que las personas que se cubrían la cabeza para dormir, propiciaban altas concentraciones de Dióxido de Carbono en su aire respirable y por lo tanto en su cerebro, atrofiándolo a largo plazo. No me importó. Quiero dormir para no cabecear al rato. Por fin, oscuridad, silencio. El ambiente cálido bajo mis cobijas parece ser favorable. Meto mi mano en mis pantalones, acomodo mi erección matutina para acostarme boca abajo sin estar incómodo. Almohada fresca, entrada de aire fresco, oscuridad, todo es perfecto.  Por fin, después de haber estado despierto tanto tiempo, en la oscuridad de mis cobijas, comienzo a quedarme dormido.

Suena mi despertador. Realmente esperaba despertar con una llamada suya, pero no importa, nunca confirmó nada. Aparto mis tres cobijas, bajo de la cama, me estremezco un poco al sentir el suelo frío bajo mis pies, aun trayendo calcetines. Siempre he sido muy friolento. Me dirijo hacia el boiler para encenderlo. Escucho el “click” del termostato, me acerco la lap para encenderla. Saludo a mi gatita que maúlla pidiendo sus croquetas. Vacío un poco de las croquetas en su traste y le cambio su agua por agua fresca y limpia. Me siento, introduzco la contraseña de acceso, espero a que cargue mi escritorio, más unos minutos para que se estabilice. Me dirijo al refrigerador. Huevo, nopales, chile verde, cebolla. No es un desayuno que me entusiasme demasiado, pero debo desayunar. El desayuno es la comida más importante del día. Mi madre y mi hermano andan abajo, acomodando y barriendo todo. Es cumpleaños de mi hermano y hará na pequeña fiesta. No quiero intervenir, ni enturbiar, ni entorpecer nada. Agacharme… una de las cosas que más odio. Me agacho a por la sartén de la alacena bajo el lavabo, lo coloco en la estufa, enciendo la llama y dejo caer un poco de aceite. Poco aceite, para no interferir con lo saludable de los nopales. Quiebro el cascarón en el platito, vacío uno, dos, tres huevos. Cuatro no, comienzo a sentir culpa por la gula. Añado sal con ajo, queda poca, debo recordarle a mi madre que compre otro botecito. Bato los huevos con un tenedor, añado pimienta, los dejo ahí.

Picar cosas me gusta, hace que me sienta más talentoso, en la cocina, de lo que realmente soy. Tomo la cebolla, los nopales, el chile verde. Pico todo. Lo pongo a freír poquito en el aceite, después de un tiempo, agrego el huevo. Recuerdo la lap, me acerco a ella, ya abre el explorador y entro a Facebook. Reviso mensajes, son cinco, uno de él. Es el primero que abro, como siempre; leo el mensaje, enviado a las 10, y ahora sé por qué no hubo llamada. Odio a Morfeo. Odio muchas cosas, hay mucho odio en mi corazón, pero también mucho amor. Odio es una de las palabras que más fácilmente sale de mi boca, al igual, curiosamente, que “te quiero”. Supongo que decir tan fácil “Odio” y “Te quiero”, me causa problemas. No se debe odiar tan fácil, no se debe querer tan fácil; Pero no aprendo.

Envío mi saludo. Mi mensaje de confirmación para la tarde. No hay respuesta. Atiendo la sartén, ya huele bien el huevo con nopales. Una vez listo el guisado, servido el café, calientes las tortillas, me dedico a desayunar frente a la lap, viendo cosas sin sentido, que no aportan nada, que invaden mi mente como la basura invade un barranco donde alguna vez hubo vegetación. Es mejor, lo prefiero a estarme preguntando cosas tontas, como el por qué de un silencio tan prolongado, si ya estaba despierto desde las 10. Supongo que se ha dormido.
Suponer… Llevar una educación regida por el método científico, desde los 15 años, me ha marcado para siempre. Junto a esa marca, adquirí una especie de maldición.
Soy Técnico en Telecomunicaciones, próximamente seré Ingeniero Químico Industrial. He sido educado por las Ciencias Exactas durante mucho tiempo. Estoy acostumbrado a las respuestas. Mejor dicho: Estoy mal acostumbrado a las respuestas.
Cuando un científico tiene una pregunta, lo primero que hace es suponer una posible respuesta. Pero no cualquier suposición pendeja. Ésta debe ser una suposición basada en sus conocimientos previos, teóricos o prácticos, adquiridos a través de la lectura y la experimentación.  De esta forma se garantiza, de alguna manera, que la suposición no está alejada de la realidad. Posteriormente viene la experimentación, los cálculos. Si los números dicen que la suposición es falsa, se descarta. Las matemáticas son exactas, sus resultados son incuestionables. De esta manera, se tiene un acercamiento a la respuesta verdadera. Se hace otra suposición, añadiendo a la lista de conocimientos previos, el resultado del último experimento. Así se continúa, hasta que, a través de la experimentación y los cálculos, se demuestra que la suposición es correcta. “Uno como Ingeniero puede suponer lo que quiera, incluso que la luna es de queso. El punto es que deben demostrarlo. Y nadie supondría que la luna es de queso, si sabe que no hay vacas en el espacio”, decía un profesor de termodinámica.

Conocimientos previos: se ha sentido cansado últimamente, le gusta disfrutar de la cama, le molesta que lo despierten, se irrita fácilmente si lo hacen, ha estado enfermito.
Suposición: Está dormido, está en el baño, está enojado porque me levante tarde y no contesta, se fue a verla.
Experimentación: Han pasado horas, no está en el baño. No es que no quiera responder, porque ni ha visto el mensaje.
Conclusión: Sigue dormido o se fue a verla.

Sigo distrayéndome, ya es la una, ya no alcanzamos la función de las 2. Por fin hay respuesta. Bloqueo energético. No se encuentra información sobre eso. Pamplinas ¿Qué hay de cuando me dolía horrible la cabeza por la maldita muela del juicio y esperé por más de tres horas en la estación de autobuses del norte, llamando desde un teléfono público, esperando que alguien contestara? Justo ese día tenía que conectarse de nuevo a esa maldita red social, ¿qué podría pensar? Cómo odié conocerlo ahí y no en circunstancias más bonitas, dignas de él. ¿Y Qué hay de las veces en que he ido desvelado hasta el otro lado de la ciudad para verle? Pretextos para ocultar una gran hueva. Pretextos como mi radiación corporal para no dormir abrazado a mí. ¿Cómo es posible que prefiera el abrazo de un artefacto térmico, que puede calentarse mucho más que yo? Y duerme con él puesto, toda la noche… Pero me manda al suelo porque irradio mucho calor como para estar cómodo a mi lado. ¡Pamplinas!
 Calma, tranquilo… Es algo que no comprendo. Se siente mal, no quiere salir. Silencio.
Mandar abrazo genuino y buenos deseos genuinos, esperar que se sienta mejor, porque lo quiero tanto... Conservar la ligera esperanza de verle, aunque sea por una invitación suya.

Bañado, rasurado… Todo para nada. Amigos que contaban conmigo para sus planes, rechazados. Sábado vacío. Y a mi mente le desquician los vacíos, los espacios en blanco. Siempre trata de llenarlos con ideas locas y dolorosas. Deudas, escuela, trabajo…
Así veo pasar las horas. Una por una, en lenta consecuencia, se suceden las unas a las otras. Con cada hora mi corazón se siente más pesado, mi cabeza más alborotada, mis suspiros más nostálgicos.
Me paro, me sirvo agua, me voy al baño, acaricio a mi gatita. Me siento, veo memes, observo el reloj. Me paro, me sirvo agua, me voy al baño, acaricio a mi gatita. Me siento, veo memes, observo el reloj. Miro el cel: vacío. Miro la casa: vacía. Miro adentro: vacío. Vacío que mi mente trata de llenar con gran esmero.
La silencio. Hago lo posible por conservar la paz. Lo prometí. Lo prometí mil veces. Ya no habría reproches, ni reclamos, ni dramas. Todo el drama debe ser en el teatro, no en mi vida. Silencio. Hazlo por él. Demuestra que es verdad lo que le has dicho.

Surge una conversación, confieso que debo enfrentar mi soledad, él está de acuerdo, cancela su invitación de abrirme las puertas de su casa una vez más. Habría ido aunque me matara la cabeza de dolor, o me estuviera muriendo de hambre, o me doliera la muela, o estuviera lloviendo (odio la lluvia cuando estoy en la calle). A mí ningún bloqueo energético me hubiera quitado las ganas de verle. Guardo silencio, Sonrío, Me resigno. Me culpo por haberme hecho el valiente, pero sé que a él le encantan las personas valientes. ¿A quién engaño? Detesto mi soledad, no quiero enfrentarla. A la verga con ella. Más memes, más videos, más música satánica para ahogar las vocecillas incipientes en el ruido. Me odio por ser tan cobarde. ¿Cómo pretendo gustarle así?

Qué miserable. Heme ahí, sentado frente a la lap, en la misma posición por más de ocho horas. En silencio, oyendo música, viendo las horas pasar. Patético…
¿Así como espero enamorarle? ¿Así como espero conquistarle?
Y sin embargo se aferra a mí la esperanza, se aferra a mí la dulce idea de que un día, juntos al fin, podamos caminar tomados de la mano. Llegan a mí su risa, el olor de su cabello, el sabor de sus labios, la textura de su piel, su voz, sus ojos, su mirada. Recuerdo el abrazo largo y cálido que me dio ese día que me confesó el odioso suceso de haber visto a su ex en vez de a mí. Pero me dio las gracias por estar con él a fin de cuentas, ahí estaba yo, sin saber qué decir, ni cómo actuar, qué pendejo. Simplemente escuche su dulce discurso, lo guardé en mi corazón, guardé su gratitud por estar con él, y su abrazo, y sus besos.

Ese recuerdo, ese dulce recuerdo, es el que hace de mi encierro algo menos insoportable.
Suena el teléfono, mi amiga me invita a su pastel de cumpleaños. Accedo, me voy, me voy sonriendo, pensando en él.







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(Dato curioso: Mientras escribía esto, al poner la palabra Facebook, Word me autocorrigió y puso la “F” en mayúsculas, qué miedo).

martes, 15 de abril de 2014

Luna Roja



He visto la confianza y los secretos, la piedad y el sadismo, la avaricia y la generosidad.

He visto el dolor, la dicha, la violencia, la risa. Mis ojos son testigos de los actos de los hombres, y de sus sentimientos, testigo es mi corazón.

Yo he presenciado el vaivén de los vientos, de la lluvia, del día y de la noche.

He observado las pasiones de los hombres, sus miedos, sus sueños, sus anhelos.

He sido testigo de la justicia y la injusticia, del crimen y del castigo, de la recompensa y de la indiferencia, y conozco también a los justos, a los injustos, a los inocentes, a los culpables y a aquéllos a quienes la justicia huye.

Yo conozco la verdad y la mentira, el frío y el calor, la luz y las tinieblas.

Pero esta noche, ¡oh hermosa luna!, te veo a ti, sin tu máscara de blanco, ni tu vestido de luz, ni el halo de sueños y esperanzas.

Esta noche, te observo como ha de observarse una estrella, sin ser estrella. En las tinieblas, lejos de la luz del sol.

Y en cuyo seno, en cuyo negro y aterciopelado seno, puede apreciarse el verdadero brillo de un cuerpo celeste.

Te veo ahí, te conozco ahí, libre, verdadera; sin blancas máscaras ni vestidos amarillentos, como cuando te pones llena y luces de gala.

Te observo, te aprendo, te interpreto, ahí desnuda, en las tinieblas, como ha de apreciarse una estrella, sin serlo.

Y observo finalmente tu verdadero rostro: El rojo. El color de la sangre, del amor, de la guerra.

Observo tu majestuosa fuerza, tu poder cambiante, tu cruel pasión, tu maternal cobijo. Tu deseo de dar amor y hacer la guerra a quienes se opongan.

Observo... Aprecio... Porque al verte ahí, desnuda y libre, comprendo y aprendo tu misterio; tu hermosa malevolencia, tu siniestra bondad, tu increíblemente bella dualidad en el cenit de tu maravillosa naturaleza.

Madre severa, cruel, pero protectora y amorosa. Te veo, te siento; y en mi corazón yace el deseo por la verdad.

Trae a la luz aquéllos secretos que mi corazón más oculta entre las sombras, y envía a las tinieblas todo lo que alguna vez brilló con el fulgor de la verdad.

¡Oh cruel y sádica amante! Dame la fuerza para enfrentar el cambio. Dame la fuerza para cambiar también, y adaptarme.

Que esta noche hermosa y siniestramente bella, traiga consigo nuevas verdades, y se lleve antiguos paradigmas.

Te invoco a ti, Luna, porque al igual que mi alma, ocultas tu verdadero color tras una blanca mascarada, y esta noche, al igual que mi alma, eres libre de mostrar tu otra faceta.

martes, 1 de abril de 2014

Jacarandas

Creo que amo las jacarandas
Amo sus flores y su dulce aroma
Pues el púrpura es el color de los magos y los reyes
Las amo porque tapizan el camino que transito
Amo su color, su tierna imagen, su frondosa copa
Pero más amo yo que anuncian la primavera al florecer
Porque en su punto de flor, yo río, yo amo, yo recuerdo
Y su color, violáceo, evoca en mi mente la magia y la alegría
Por eso amo las jacarandas
Porque, como mi alma, violetas son sus flores
Y, como ella, se apagan en el crudo invierno, en la frialdad
Y al igual que mi alma lo hace con amor,
Sus flores se abren con el tibio sol
Las amo porque me recuerdan a mi abuela
Y su color, violeta, me recuerda mi infancia
Amo la mezcla entre el verde y el violeta
Y la forma en que el sol baja por su copa
Tibia luz que calienta mi alma, que revivie mi mente
Amo la primavera, pero más amo yo sus jacarandas
 
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Escribí ese pequeño poema camino a la escuela, en el trole.