Abro los ojos, noto con cierto coraje que la luz aún
es demasiado tenue como para ser una buena hora para levantarme. Doy media
vuelta sobre mi lecho, me paso dando vueltas en el colchón, tratando de encontrar
una posición favorable para mi sueño. Fracaso. Cubro mi cabeza con las cobijas,
no sin sentir cierta culpa, pues leí en un artículo que las personas que se
cubrían la cabeza para dormir, propiciaban altas concentraciones de Dióxido de
Carbono en su aire respirable y por lo tanto en su cerebro, atrofiándolo a
largo plazo. No me importó. Quiero dormir para no cabecear al rato. Por fin,
oscuridad, silencio. El ambiente cálido bajo mis cobijas parece ser favorable.
Meto mi mano en mis pantalones, acomodo mi erección matutina para acostarme
boca abajo sin estar incómodo. Almohada fresca, entrada de aire fresco,
oscuridad, todo es perfecto. Por fin,
después de haber estado despierto tanto tiempo, en la oscuridad de mis cobijas,
comienzo a quedarme dormido.
Suena mi despertador. Realmente esperaba despertar
con una llamada suya, pero no importa, nunca confirmó nada. Aparto mis tres
cobijas, bajo de la cama, me estremezco un poco al sentir el suelo frío bajo
mis pies, aun trayendo calcetines. Siempre he sido muy friolento. Me dirijo
hacia el boiler para encenderlo. Escucho el “click” del termostato, me acerco
la lap para encenderla. Saludo a mi gatita que maúlla pidiendo sus croquetas.
Vacío un poco de las croquetas en su traste y le cambio su agua por agua fresca
y limpia. Me siento, introduzco la contraseña de acceso, espero a que cargue mi
escritorio, más unos minutos para que se estabilice. Me dirijo al refrigerador.
Huevo, nopales, chile verde, cebolla. No es un desayuno que me entusiasme demasiado,
pero debo desayunar. El desayuno es la comida más importante del día. Mi madre
y mi hermano andan abajo, acomodando y barriendo todo. Es cumpleaños de mi
hermano y hará na pequeña fiesta. No quiero intervenir, ni enturbiar, ni
entorpecer nada. Agacharme… una de las cosas que más odio. Me agacho a por la
sartén de la alacena bajo el lavabo, lo coloco en la estufa, enciendo la llama
y dejo caer un poco de aceite. Poco aceite, para no interferir con lo saludable
de los nopales. Quiebro el cascarón en el platito, vacío uno, dos, tres huevos.
Cuatro no, comienzo a sentir culpa por la gula. Añado sal con ajo, queda poca,
debo recordarle a mi madre que compre otro botecito. Bato los huevos con un
tenedor, añado pimienta, los dejo ahí.
Picar cosas me gusta, hace que me sienta más
talentoso, en la cocina, de lo que realmente soy. Tomo la cebolla, los nopales,
el chile verde. Pico todo. Lo pongo a freír poquito en el aceite, después de un
tiempo, agrego el huevo. Recuerdo la lap, me acerco a ella, ya abre el
explorador y entro a Facebook. Reviso mensajes, son cinco, uno de él. Es el
primero que abro, como siempre; leo el mensaje, enviado a las 10, y ahora sé
por qué no hubo llamada. Odio a Morfeo. Odio muchas cosas, hay mucho odio en mi
corazón, pero también mucho amor. Odio es una de las palabras que más
fácilmente sale de mi boca, al igual, curiosamente, que “te quiero”. Supongo
que decir tan fácil “Odio” y “Te quiero”, me causa problemas. No se debe odiar
tan fácil, no se debe querer tan fácil; Pero no aprendo.
Envío mi saludo. Mi mensaje de confirmación para la
tarde. No hay respuesta. Atiendo la sartén, ya huele bien el huevo con nopales.
Una vez listo el guisado, servido el café, calientes las tortillas, me dedico a
desayunar frente a la lap, viendo cosas sin sentido, que no aportan nada, que
invaden mi mente como la basura invade un barranco donde alguna vez hubo
vegetación. Es mejor, lo prefiero a estarme preguntando cosas tontas, como el
por qué de un silencio tan prolongado, si ya estaba despierto desde las 10. Supongo
que se ha dormido.
Suponer… Llevar una educación regida por el método
científico, desde los 15 años, me ha marcado para siempre. Junto a esa marca,
adquirí una especie de maldición.
Soy Técnico en Telecomunicaciones, próximamente seré
Ingeniero Químico Industrial. He sido educado por las Ciencias Exactas durante
mucho tiempo. Estoy acostumbrado a las respuestas. Mejor dicho: Estoy mal
acostumbrado a las respuestas.
Cuando un científico tiene una pregunta, lo primero
que hace es suponer una posible respuesta. Pero no cualquier suposición
pendeja. Ésta debe ser una suposición basada en sus conocimientos previos,
teóricos o prácticos, adquiridos a través de la lectura y la experimentación. De esta forma se garantiza, de alguna manera,
que la suposición no está alejada de la realidad. Posteriormente viene la
experimentación, los cálculos. Si los números dicen que la suposición es falsa,
se descarta. Las matemáticas son exactas, sus resultados son incuestionables.
De esta manera, se tiene un acercamiento a la respuesta verdadera. Se hace otra
suposición, añadiendo a la lista de conocimientos previos, el resultado del
último experimento. Así se continúa, hasta que, a través de la experimentación
y los cálculos, se demuestra que la suposición es correcta. “Uno como Ingeniero
puede suponer lo que quiera, incluso que la luna es de queso. El punto es que
deben demostrarlo. Y nadie supondría que la luna es de queso, si sabe que no
hay vacas en el espacio”, decía un profesor de termodinámica.
Conocimientos previos: se ha sentido cansado
últimamente, le gusta disfrutar de la cama, le molesta que lo despierten, se
irrita fácilmente si lo hacen, ha estado enfermito.
Suposición: Está dormido, está en el baño, está
enojado porque me levante tarde y no contesta, se fue a verla.
Experimentación: Han pasado horas, no está en el
baño. No es que no quiera responder, porque ni ha visto el mensaje.
Conclusión: Sigue dormido o se fue a verla.
Sigo distrayéndome, ya es la una, ya no alcanzamos la
función de las 2. Por fin hay respuesta. Bloqueo energético. No se encuentra
información sobre eso. Pamplinas ¿Qué hay de cuando me dolía horrible la cabeza
por la maldita muela del juicio y esperé por más de tres horas en la estación
de autobuses del norte, llamando desde un teléfono público, esperando que
alguien contestara? Justo ese día tenía que conectarse de nuevo a esa maldita
red social, ¿qué podría pensar? Cómo odié conocerlo ahí y no en circunstancias
más bonitas, dignas de él. ¿Y Qué hay de las veces en que he ido desvelado
hasta el otro lado de la ciudad para verle? Pretextos para ocultar una gran hueva.
Pretextos como mi radiación corporal para no dormir abrazado a mí. ¿Cómo es
posible que prefiera el abrazo de un artefacto térmico, que puede calentarse
mucho más que yo? Y duerme con él puesto, toda la noche… Pero me manda al suelo
porque irradio mucho calor como para estar cómodo a mi lado. ¡Pamplinas!
Calma,
tranquilo… Es algo que no comprendo. Se siente mal, no quiere salir. Silencio.
Mandar abrazo genuino y buenos deseos genuinos,
esperar que se sienta mejor, porque lo quiero tanto... Conservar la ligera
esperanza de verle, aunque sea por una invitación suya.
Bañado, rasurado… Todo para nada. Amigos que contaban
conmigo para sus planes, rechazados. Sábado vacío. Y a mi mente le desquician
los vacíos, los espacios en blanco. Siempre trata de llenarlos con ideas locas
y dolorosas. Deudas, escuela, trabajo…
Así veo pasar las horas. Una por una, en lenta
consecuencia, se suceden las unas a las otras. Con cada hora mi corazón se
siente más pesado, mi cabeza más alborotada, mis suspiros más nostálgicos.
Me paro, me sirvo agua, me voy al baño, acaricio a mi
gatita. Me siento, veo memes, observo el reloj. Me paro, me sirvo agua, me voy
al baño, acaricio a mi gatita. Me siento, veo memes, observo el reloj. Miro el
cel: vacío. Miro la casa: vacía. Miro adentro: vacío. Vacío que mi mente trata
de llenar con gran esmero.
La silencio. Hago lo posible por conservar la paz. Lo
prometí. Lo prometí mil veces. Ya no habría reproches, ni reclamos, ni dramas.
Todo el drama debe ser en el teatro, no en mi vida. Silencio. Hazlo por él.
Demuestra que es verdad lo que le has dicho.
Surge una conversación, confieso que debo enfrentar
mi soledad, él está de acuerdo, cancela su invitación de abrirme las puertas de
su casa una vez más. Habría ido aunque me matara la cabeza de dolor, o me
estuviera muriendo de hambre, o me doliera la muela, o estuviera lloviendo (odio
la lluvia cuando estoy en la calle). A mí ningún bloqueo energético me hubiera
quitado las ganas de verle. Guardo silencio, Sonrío, Me resigno. Me culpo por
haberme hecho el valiente, pero sé que a él le encantan las personas valientes.
¿A quién engaño? Detesto mi soledad, no quiero enfrentarla. A la verga con
ella. Más memes, más videos, más música satánica para ahogar las vocecillas
incipientes en el ruido. Me odio por ser tan cobarde. ¿Cómo pretendo gustarle
así?
Qué miserable. Heme ahí, sentado frente a la lap, en
la misma posición por más de ocho horas. En silencio, oyendo música, viendo las
horas pasar. Patético…
¿Así como espero enamorarle? ¿Así como espero
conquistarle?
Y sin embargo se aferra a mí la esperanza, se aferra
a mí la dulce idea de que un día, juntos al fin, podamos caminar tomados de la
mano. Llegan a mí su risa, el olor de su cabello, el sabor de sus labios, la
textura de su piel, su voz, sus ojos, su mirada. Recuerdo el abrazo largo y
cálido que me dio ese día que me confesó el odioso suceso de haber visto a su ex
en vez de a mí. Pero me dio las gracias por estar con él a fin de cuentas, ahí
estaba yo, sin saber qué decir, ni cómo actuar, qué pendejo. Simplemente
escuche su dulce discurso, lo guardé en mi corazón, guardé su gratitud por
estar con él, y su abrazo, y sus besos.
Ese recuerdo, ese dulce recuerdo, es el que hace de
mi encierro algo menos insoportable.
Suena el teléfono, mi amiga me invita a su pastel de
cumpleaños. Accedo, me voy, me voy sonriendo, pensando en él.
*******
(Dato curioso: Mientras escribía esto, al poner la
palabra Facebook, Word me autocorrigió y puso la “F” en mayúsculas, qué miedo).