miércoles, 18 de junio de 2014

Sobre árboles talados.

Recordar... Qué buena herramienta del cerebro aquélla que llaman memoria.

Ayer apenas volví a revivir los viejos momentos que pasamos juntos, como cuando tragábamos esa porquería insalubre casi religiosamente, todos los fines de semana en la noche. Recordé las pláticas larguísimas, las confesiones incómodas, vergonzosas, inútiles... pero que hacían más fuerte el vínculo, lo hacía más íntimo y valioso.
Recordé también la vez que juramos hacernos compadres, y prometimos proteger nuestro legado en caso de que alguno no pudiese continuar. Recuerdo la forma en que lloramos esa noche, tras hacer el recuento de tantas vivencias, y al final decir que quien se fuera primero, recibiría las lágrimas del otro sobre su tumba.
Qué buenos recuerdos.
Recordé cuando juntos salimos a pedir nuestro primer empleo, yo de camisa y corbata, tu demasiado casual. Siempre fuimos muy diferentes, mi seriedad se acoplaba bien a tu falta de seriedad. Y tu audacia me ayudaba a contrarrestar mi falta de la misma.
Recordé los momentos en el instituto de la juventud, en la alameda oriente, en la secundaria.
Te llegué a llamar hermano, a pesar de que ni siquiera a mi hermano lo llamo así.
Tu me presentaste a la que fue mi primer amor, y me ayudaste a salir de muchos aprietos emocionales.
Si... fueron buenos tiempos. Seis años, si mal no recuerdo; sin tomar en cuenta el último año, el del tortuoso descarrilamiento de las cosas. El séptimo año me mostraste muchas cosas diferentes.
Aún sabiendo mi historia anterior, la de mi primer traición, la del primer amigo que me apuñaló por la espalda (y aclaro el "por la espalda", porque los verdaderos amigos te apuñalan de frente; dice Oscar Wilde); decidiste hacer lo mismo.
Jamás supe el por qué de tu mezquina y vil traición. Jamás supe el por qué de pronto ya no hablábamos, el por qué de pronto ya no me contabas nada, el por qué de pronto te largabas y hacías tus planes sin decir nada... Los años hicieron un árbol increíblemente alto, el tiempo, lo hizo frondoso, lo compartido (las historias, los momentos, las anécdotas, la información) lo hizo grueso. Su derrumbe fue un espectáculo espantoso en mi cabeza.
Te odié por eso. Te odié por destruir, sin razón aparente, aquéllo que tardo 7 años cultivar, aquéllas lágrimas, promesas, juramentos, vivencias, momentos, palabras, sentimientos... Todo.

¿Cómo alguien que decía quererte tanto, simplemente puede largarse así?
Te busqué, intenté arreglar las cosas hasta el cansancio. Tu desapego te hizo salir adelante fácilmente.
Yo no puedo hacer oídos sordos ante el estruendo de un corazón que se rompe en miles de pedazos, para no voltear atrás y seguir adelante sin que me importen los daños que he provocado con mi partida. Desapego sin remordimientos, le llaman.
Para mí no es más que ingratitud y arrogancia disfrazadas. ¡Maldad! Pero quizás es porque el desapego me lo enseñaron como una despedida horrible que consiste en una patada en el culo y una puñalada traicionera. Por eso para mí el desapego no es más que ser indiferente al sufrimiento que nuestra partida inocula en la otra persona, no es más que ingratitud. Pero sé que aprendí mal. Todo mundo dice que esa pendejada del desapego es saludable, hasta en la radio lo dicen a cada rato. Y cada que oigo esa pinche palabrita no puedo evitar pensar en despedidas mal intencionadas, egoísmo, ingratitud, indiferencia. 
Con el tiempo aprenderé que el desapego no es simplemente agarrar las cosas y largarse sin que nada importe; pero hasta entonces, seguirá siendo para mí maldad disfrazada de algo bueno.

Tres años... Tres años pensando en que no hay amigos, sino momentos de amistad. Tres años en que me alejé de todos mis amigos, perdí a muchos en ese lapso de tiempo; me volví "desapegado" a la manera en que lo había aprendido. Un silencio horrible y atronador, una indiferencia egoísta y malvada que me hacía ignorar el llamado de las almas que me buscaban. Dejé de creer en la amistad, y con ello, me envenené de rencor por mucho tiempo. ¿Y es que yo qué hice? ¡¿Por qué la traición?!
Y tu nombre quedó grabado en mi memoria como el nombre de los traidores, un sinónimo de Judas, una evocación de ingratitud, de maldad, de mentiras. Como Lucifer, cuyo nombre significa "el portador de la luz", tu nombre, que significa "luz de Dios", también es un disfraz seductor de la maldad. Odio... qué horrible mezcla de amor y miedo.
Y entonces, durante esos tres años, una pequeña y joven alma resistió los venenos que emanaban de mis heridas ponzoñosas. Y con él, vinieron buenos tiempos. Vinieron nuevas risas, nuevas formas de querer y de creer. Gracias Juan. A partir de ti, entendí que en el mundo todos son buenos y malos al mismo tiempo. Nadie tiene la culpa y todos a la vez. Después descubrí a quienes sobrevivieron el proceso. Lili, Pam, Lucy, Sus, Alex, Nacho, Mike, Vlad... todos. Toleraron mi etapa de trauma, de tinieblas, de peste y de venenos. Ustedes demostraron que si existen los amigos. Que con sus altas y sus bajas, es posible cultivar árboles altísimos. Gracias.

Dios... cuánta paranoia y mezquindad se anidaron como arañas en el hueco negro que dejó tu partida. Roen como gusanos el tuétano de los huesos que soportan los recuerdos buenos, mueren lentamente, por fortuna, pero aún quedan algunos. Aún ahora, que ya ha sanado casi todo, hacen eco en mí los estruendos de aquél árbol derrumbándose en el bosque. Y entonces pienso que están en mi contra aquéllos quienes, como tu, guardan silencio sin motivos; aquéllos quienes, como tú, portan la bandera del desapego; aquéllos quienes, como tú, posiblemente traman traicionarme.
Días oscuros de tiempos oscuros.

Ahora que son días más soleados, de tiempos más claros... Lo único que queda es sanar. No negaré, viejo amigo, que grandes cosas me enseñaste. Que tanto en los buenos momentos como en los diabólicos, aprendí lecciones muy valiosas. Ya he olvidado algunas... Creo que es momento de recordarlas. Que no debo andar por ahí con el pecho abierto y ofreciendo el corazón a todos, porque hay quienes no saben medir sus propias espinas. Que es mejor guardarse las buenas intenciones, porque nadie las valora. Que quienes van por el mundo delirantes, repartiendo su amor a manos llenas, caen bajo el peso de sus obras buenas, sucios, enfermos, trágicos, sobrantes...

Quizás yo también debo aprender a darme a cuentagotas. Pero hasta entonces... espero no desperdiciar mucho de mí.

Qué recuerdos... qué impresionante es la imaginación y la memoria. Admirable.
Gracias, de cualquier manera, por mostrar de lo que son capaces las personas. Ojalá te esté yendo bien, en donde sea que andes. Y gracias por enseñarme que no importa que tan grande haya sido el árbol caído, siempre podrán crecer otros nuevos en el bosque, mientras la tierra sea fértil.
Gracias.