jueves, 23 de enero de 2014

Amor soñado.

Te hecho de menos cuando me voy a la cama,
te añoro como un viejo a su infancia lejana;
y en mi insomnio encuentro el consuelo amado
de un recuerdo exhumado del pasado.

Sonrío... sonrío cada vez que te recuerdo,
cada vez que te miro una mañana a mi lado,
cada vez que camino contigo, abrazado,
sin sentirme por el tiempo atormentado.

Recuerdo el café de tus ojos soñadores,
el canela de tu piel ardiente y perfumada,
el sonido de tus pasos cual tambores, 
anunciando hacia mi corazón tu llegada.

Y el sol brillando sobre tu cabello negro,
invitando a mi mano traviesa e impaciente
a juguetear con él, mientras te beso,
y a besarte mientras juego dulcemente.

También añoro el sonido de tu dulce risa
que auguraba, de una tarde jubilosa, su comienzo;
y que alegrando mi corazón, avisa
el nacimiento de un amor que te confieso.

Que te confieso cada vez que miro,
de tus marrones ojos, su exquisito brillo;
cada vez que huelo tu perfume,
cada vez que te digo un adiós que me consume.

Y así me acuerdo, poco a poco,
con el lento paso de las horas tristes;
y éste insomnio, cruel amigo, 
lentamente me recuerda que no existes. 

Te soñé una vez, en el hermoso pasado;
te amé una vez, en un sueño dorado;
te perdí una vez, al despertar un día soleado;
y te recuerdo ahora, por el insomnio atormentado.

¿Dónde estas, dulce amor de primavera?
Que te escapas de mí cuando te busco.
¿Dónde estas, perfumada piel morena?
Que al mar te has ido, dejando sólo arena

¿Y en qué brazos extraños te acurrucas?
¿Qué otros labios son los que tu buscas?
Así me quedo yo, acongojado,
esperando el regreso del pasado.

¡Ya vienes, vida mía, ya vienes! 
Mi corazón te abre sus brazos, te ha extrañado;
una vez que sed de nuevos labios, ya no tienes,
vienes a mí, ya que éstos se han marchado.

Pues ahora otros brazos no te estrechan
y no hay otros ojos que te miren,
ni otros labios que te besan,
ni otros hombres que por tu ausencia suspiren.

Regresas otra vez a sonreírme,
a decir palabras de amor a mis oídos;
ahora que has vuelto de tu exilio infame,
vuelves a buscar, de mi corazón, sus latidos.

Te recibo alegre y jubiloso, como aquélla vez de antaño;
entregándome otra vez, mientras cierro los ojos, al besarte;
y al sentir de nuevo, junto al mío, tu dulce corazón latente;
ésta noche sé de nuevo, que no has sido más que un sueño.