jueves, 25 de diciembre de 2008

Villancico de los muertos vivientes.

Mira hacia allá, en la oscuridad
Es Navidad, frío de matar
Y al final despertarán
Ellos al fin regresarán
Y al venir van a reinar
Con el poder del inmortal
Despertarán y comerán
No esperes más, ten ya terror
Los tontos van a su perdición
Al no escapar de su ambición

La tierra se estremece con su retorno y caeremos muertos aquí

Corre, corre, corre, corre a prisa
Corre, corre, corre, más a prisa

Din don din don Es la canción
Ellos saldrán al escuchar
En el panteón han de sonar
Las campanas al retumbar

Mira hacia allá, en la oscuridad
Es Navidad, frío de matar
Y al final despertarán
Ellos al fin regresarán
La locura se impondrá
Miedo y dolor, cuánto horror
Los tontos van a su perdición
Al no escapar de su ambición

Las tumbas se han abierto dejando el paso a los muertos que hambre tendrán

Corre, corre, corre, corre a prisa
Corre, corre, corre, más a prisa

Din don din don Es la canción
Ellos saldrán al escuchar

Horror

(Mira hacia allá, en la oscuridad
Es Navidad, frío de matar)

Ellos vendrán…

miércoles, 17 de diciembre de 2008

La Fiesta


ADVERTENCIA:
ESTA HISTORIA TIENE CONTENIDOS EXPLÍCITOS, NO APTOS PARA PERSONAS DE MENTE CERRADA, SANTURRONES O PERSONAS QUE SE IMPACTEN FÁCILMENTE. SI NO ESTÁS PREPARADO PARA LEER SOBRE ORGÍAS, ASESINATOS, SANGRE Y DEMÁS, NO LEAS.
Sobre advertencia no hay engaño, así que no digan que no se los advertí.

Sinceramente no sé que es más horrible, si saber lo que hice o saber que lo disfruté…
Aquél día, como a las 6 de la tarde, mientras me encontraba en mi casa leyendo, sucedió algo. Era una tarde como muchas otras del mes de octubre: sombría, lluviosa y, hasta cierto punto, triste.
El teléfono sonó, y desde mi alcoba le grité a mi tía que yo respondería la llamada.
Al descolgar el teléfono esto fue lo que sucedió:
-¿Bueno?
-Sí, hola, buenas tardes, disculpe, me podría comunicar con Cristopher ¿por favor?
-Él habla
-¡¿Qué pedo wey cómo has estado?!
-No sé quién eres
-No mames, ¿no te acuerdas de mí? Habla Adrián, imbécil…
-¡Ah, Adrian! ¿Cómo has estado cabrón? Qué pedo, cuánto tiempo sin vernos… tu voz suena más gay de lo que recuerdo.
-Deja de estar chingando y pon atención. El martes te conseguí una megapeda en casa del amigo de un amigo de Rogelio, cómo ves, ¿te lanzas?
-Va, me late, ¿dónde va a ser?
-Es acá por Martín Carrera…
Lo demás no es necesario especificar.

Esa noche no imaginé las cosas que sucederían en aquélla desenfrenada fiesta.
El martes llegó, y me quedé de ver con mi amigo Adrián en una estación del metro a la cual se supone pasarían por nosotros.
Aproximadamente cinco estaciones antes de llegar me llegó un miedo atroz que me hiso dudar varias veces si ir o no. En una estación pensé en bajarme, pero mi amigo me persuadió diciendo que se iba a poner “chido” el asunto.

Cuando llegamos a la estación vi, debajo del reloj, tres tipos de negro, esperándonos.
Recuerdo bien las vestimentas de los tipos, se veían tan normales como cualquier personaje en el tianguis del chopo, salvo que éstos estaban tatuados, quizás demasiado.
Al verlos no entendí por qué sentí miedo, nunca había sentido un miedo tan atroz en todas las veces que había ido a fiestas con desconocidos.
Al bajarnos decidí dejar mis miedos atrás, esta noche era para divertirme, ya había visto todo en las fiestas; ¿qué mas podría pasar? (Maldigo esa pregunta).
Al bajar del vagón y dirigirnos hacia ellos, noté que en el mismo tren, pero en vagón diferente, venía mi amigo Rogelio. Al llegar nos saludamos como siempre, y saludé a los tipos raros sólo por cortesía.

Hice un esfuerzo por entender los símbolos que traían en su cuerpo, pero nunca pude verlos bien sin que se percataran de que intentaba saber que decían o significaban.
Comenzamos a movernos hacia el lugar de la fiesta a cuyo camino no puse mucha atención, mi atención se centraba en los dos tipos.
En un instante se me ocurrió preguntar algo:
-Oye Rogelio ¿y de que es la fiesta?
-Es una ceremonia en mi honor, hace ya un año que estoy bautizado.
La respuesta me sacó un poco de onda.
Al llegar me di cuenta de que era una casa un tanto lúgubre, o al menos eso percibí. En realidad algo no me gustaba, de haber sabido lo que era jamás hubiera entrado.

Un tipo traía las llaves, abrió y nos metimos.
Esto fue lo que platiqué con mi amigo Adrián en voz baja al entrar:
-¿Qué hacemos aquí wey?, vámonos
-No wey, el nos eligió como testigos, igual yo le dije que qué pedo, que para qué nos quería y me dijo que era porque somos sus amigos y nos quería de testigos, según debe haber testigos.
-No mames, no me está gustando esto wey, yo creo nada más me estoy un rato y me largo.
-Si yo igual, nada más nos quedamos a la ceremonia ¿no?
-Si.

Al entrar me di cuenta de que la casa era una especie de vecindad abandonada, pasamos por un angosto y húmedo pasillo, al final un gran patio, y alrededor de éste algunas casas, sólo algunas viviendas seguían ocupadas y todas por gente tan extraña como los que nos llevaron allá.

Entramos a un cuarto, donde estaban todos los invitados reunidos, efectivamente, la música, el alcohol, la botana, todo indicaba que había una fiesta, y decidí tratar de ponerme en ambiente olvidando todos esos temores infundados.
Éramos pocos los que estábamos, pero al cabo de media hora comenzaron a llegar más personas.
Todos bailábamos, tomábamos e incluso socialicé, como normalmente se hace, con algunas chicas guapas que saqué a bailar.

De pronto, mientras bailaba con una de ellas, la música se terminó y toda la atención de los invitados se centró, por un momento, en una chica que llegaba.
Una vez que entró, la música siguió y todo como si nada. Le dije a la chica con quien bailaba que iría al baño y la dejé por un momento, pase a orinar y me di cuenta de que ya estaba un poco mareado. Al salir del baño miré a los dos tipos en el pasillo, hasta el fondo, discutiendo de cosas que no podía entender, de nuevo surgió en mí un temor ignoto. Miré el reloj, y vi que ya eran las 11:30 de la noche, el tiempo había pasado inusualmente rápido. Pensé que ya era hora de irme.

Al llegar a la estancia donde todos bailaban y tomaban quise buscar a mi amigo para decirle que ya nos fuéramos. Al mirar en un rincón lo vi besándose con una chica que no estaba nada mal. De seguro ambos ya estaban ebrios. Decidí quedarme otro rato más, y platicar con la chica que había causado tanta conmoción.
Al sentarme junto a ella, en un gran sofá, miré que era un poco introvertida. Decidí hacerle la plática para conocerla un poco más pues, al parecer, estaba asustada como yo.

Una vez entablando la conversación me di cuenta de que ella era una buena persona, era estudiante, era linda, inteligente, tímida, sincera… era hermosa, y sinceramente me gustó aquélla chica. Su look Emo me agradaba, pues era de esas personas a las que les queda ese tipo de moda, la saqué a bailar y dejamos encargados nuestros tragos con unos tipos sentados a nuestro lado. Admito que el reggaetón, la salsa y la electrónica no me gustan tanto como el heavy metal, y a pesar de que la mayoría de las personas presentes en esa fiesta se veían de ese ambiente musical logré comprender que en una fiesta no es muy usual poner ese tipo de música. En ese momento comenzaba a divagar. Bailé con ella una larga canción de música electrónica, algo más bien como Electrodark.

Al término de la canción, y de platicar mientras bailábamos, nos sentamos en el sofá donde había platicado con ella, tomamos nuestros vasos y fuimos a servirnos un poco más. De regreso con ella hablamos un rato más, de todo; de lo que nos gustaba, como literatura, cine, música, hobbies, etcétera; hasta de lo que hacíamos, como deportes, estudio, trabajo… Sinceramente creo que hubo química entre nosotros. Admito que en ese punto me encontraba algo mareado, y creo que ella también. Al fondo veíamos las luces de colores, la música electrónica y muchos cuerpos moviéndose y bailando, a los rincones algunos chicos agazapados besándose.

Mientras hablaba con ella no dejaba de ver sus labios, eran lindos, carnosos, y el piercing que tenía los hacía lucir aun más tentadores. Supongo que ella se dio cuenta de lo que sentía, se dio cuenta de mi atracción o ¿acaso ella sentía lo mismo?, no lo sé, simplemente, ahí, escondidos en un sofá en un rincón, en las tenues luces purpureas y azuladas de la fiesta, con un fondo musical psicodélico y un aroma a alcohol, tabaco y marihuana, nos besamos.
Había perdido ya la noción del tiempo, y no me importaba. Salimos a bailar de nuevo, y mientras bailábamos nos besábamos espontáneamente. Me daba gusto saber que ella y yo ya habíamos perdido el miedo… Al hacer esa analogía, mientras bailaba con ella, el eco de esa palabra resonó en mi cabeza. Miedo, si, miedo, recordé que tenía miedo y de nuevo me asaltó ese temor desconocido, pero sólo fue un instante, pues antes de caer de nuevo presa del miedo, la chica me besó y logró que se me olvidara todo.

Ignoro cuánto tiempo más bailamos, y al cabo de un rato, pasaron unos chicos repartiendo en unos vasitos pequeños, como los de muestras gratis de yogurt en los supermercados, una sustancia que no reconocí, pero miramos que todos a los que se las daban la bebían sin pensarlo. “Algún tipo de droga” pensé yo… y estaba a punto de prevenir a la chica con quien bailaba cuando miré que de un sorbo había terminado con su porción. Me intrigó saber qué demonios era eso, lo olí y tenía un aroma suave, quizás dulce quizás amargo, y su color era obscuro, podría afirmar que era una especie de melaza negra.
Probé un poco y su sabor, agradable, me es imposible de describir. Ese sorbo, esa única probadita que le di fue suficiente como para hacerme adicto y beber un poco más, después recapacité y tiré lo que restaba antes de no poder resistirme a beberlo todo. Maldito sea ese líquido, pues estoy seguro de que todo lo que pasó fue por el consumo de éste.

Lo que a continuación describo es sumamente horrible, sigo sin comprender por qué lo hago, quizás para desahogarme en este escrito, quizás para prevenirte. Ojalá nunca hubiese ido a ese infernal lugar.

Después de beber el contenido de ese vasito, seguí bailando y comencé a sentirme muy extraño.
Mareado, no por ebriedad sino por la sustancia que había bebido, era extraño, no era un mareo normal, era un mareo inusual, vago, difuso. Seguía bailando con pasos que no pude saber si torpes o ágiles, me sentía muy raro, escuchaba todo en eco, lejano y al mismo tiempo cerca, nítido, indescriptible.

De nuevo miré a la chica, estaba ahí frente a mí, hermosa, bailando, y al ver sus labios no pude resistirme de nuevo a darle un beso, pero esta vez, el beso era más loco, pasional, extremo. Sentí su mano recorriendo mis nalgas, mi entrepierna y yo estaba sumamente excitado. Recuerdo todo a la perfección, pues sé que no estaba ebrio, sino que había sido aquélla maldita droga de origen desconocido.

Nos fuimos a sentar la sillón, y el faje había subido ya mucho de intensidad, acariciaba sus pechos, ella mis glúteos, nos besábamos, y no nos importaba estar entre todos, al descubierto. Al pensar en esto, una parte de mi cerebro, quizás a donde aquél maldito veneno no había llegado, reaccionó con pudor, y miré a mis alrededores para ver si nos observaban, pero fue tal mi atroz sorpresa y al mismo tiempo extraña fascinación, al ver que todos, sin excepción, estaban haciendo lo mismo.
Miré a todos, hombres y mujeres, besándose y fajando los unos con los otros, mujeres con hombres, hombres con hombres, mujeres con mujeres, todos, absolutamente todos. No me importó, y me entregué totalmente a la pasión, a la lujuria. (¿En qué demonios estaba pensando? ¿Qué sucedía?).

Estábamos en el sofá, acostados, besándonos, yo acariciaba sus senos, ella mis piernas, mi entrepierna, mis glúteos, desesperados como si nos hicieran falta más extremidades, hambrientos de carne, de placer, nos comenzamos a desvestir arrancándonos la ropa. Miré sus pechos al descubierto, blancos y con aureolas perfectas, como dos botones en punto de flor, pues la chica ya era señorita. Eran hermosos.
Mientras nos besábamos yo acariciaba sus pezones, estaban erectos, tentadores, y decidí bajar por su cuello para saborearlos. Era tanta mi depravación que incluso la mordía y al parecer a ella le encantaba, pues se retorcía mientras lo hacía, gemía, y se humedecía. No decíamos ni una sola palabra. Ella me estaba acariciando los testículos y yo le mordía los senos, estábamos hipersensibles, pues el más mínimo roce de nuestros cuerpos provocaba sensaciones de placer indescriptibles. Acaricié su vulva con la yema de mis dedos, suave y gentilmente, y noté que estaba húmeda y dilatada.

Me encantaba ver como se estremecía cuando la tocaba, y comencé a hacerlo más fuertemente, le quité las pantaletas y humedecí mis dedos aun más, con saliva. Saboree por un momento su néctar, y caí presa de una indómita pasión, una salvaje lujuria. Me acerque a ella y pude sentir como sus genitales desprendían calor, no pude resistirme y comencé a lamerla. De pronto sentí que alguien se abría paso entre mis piernas, después comenzaron a acariciarme el trasero, me lamian, me seducían, y cuando alcé a girar mi cabeza estaban muchos alrededor, todos haciendo lo mismo, perdidos en un grotesco mar de locura y perversión.
Noté que era un chico como de dieciséis años, que me lamía el trasero mientras se masturbaba, odio admitirlo, pero en ese momento, me volvía loco. Su lengua impetuosa se abría paso dentro de mí, me provocaba contorciones. Él, la chica, y los demás a mi alrededor, todos en una orgía nauseabunda de la cual yo fui partícipe…

El chico me lamía, yo tenía sexo con ella, mientras masturbaba a otro y besaba a otra. En ese instante perdí la noción de mi mismo, pero por alguna extraña razón aun estaba consciente, sabía lo que hacía, y lo recuerdo bien.
Al cabo de cierto tiempo nos encontrábamos haciendo cosas tan atroces que incluso me da asco recordarlo. Recuerdo como me penetraba aquél muchacho, con un afán y desesperación animales, sus embestidas hacían sonar mis nalgas contra su pelvis, y lo disfrutaba, mientras yo, con el impulso que él me daba penetraba a la chica y con mis manos acariciaba la vulva de una mujer y los genitales de un tipo que besaba a la mujer.

Tocaba a los partícipes y las partícipes de dicho acto. Todos estábamos sumergidos en el profundo placer, como si estuviésemos presas de un foso pegajoso de brea. Recuerdo besarlo a él y a ella, y a muchos más, y recuerdo como muchísimas manos, dedos y lenguas entraron en mi ofreciéndome experiencias de placer máximo que nunca antes habría imaginado. Sus dedos, sus lenguas, sus miembros, sus pechos, sus vulvas… todo, que más allá de darme asco, en ese momento, me causaba placer, euforia. Jamás me había sentido tan antinatural, pues no puedo decir tan animal ya que ni siquiera los animales hacen eso.

Todo era extremadamente obsceno.
Sin embargo, el horror llegó a su punto máximo al ver en lo que culminó esa maldita orgía.

Mientras yo era penetrado por el chico y un tipo y yo penetrábamos al mismo tiempo a la chica en el sofá, y era besado y acariciado por tantos que ni siquiera recuerdo bien, logré escuchar entre todos los gemidos y jadeos unas palabras que no podía entender en ese momento, palabras que sin duda tenían un significado solemne y profundo para todas esas personas. Dicho esto, el tipo que estaba detrás de mí llevó a su máximo el alocado frenesí embistiéndome con brutalidad llegando incluso a hacer que yo me retorciera de dolor y de placer al mismo tiempo, y todos se encontraban extremadamente alocados, desenfrenados.

Jamás creí presenciar algo tan espeluznante. El repentino arrebato de locura en aquélla habitación me llevó consigo quizás por inconsciente colectivo y se apoderó de mí hasta el tuétano. Todos nos encontrábamos, de alguna forma, unidos entre sí. Tratando de fusionarnos en uno solo, embistiendo con locura, besando, mordiendo.
Recuerdo como incluso pude meter, dificultosamente, mi mano entera en el interior de la hermosa chica que besaba, sentí ganas de morderla y lo hice, quería comérmela, quería ser comido por ella, por el chico, quería comer de todos, y los mordía, me gustaba que me mordieran y a ellos también. Me acerqué a la chica y la comencé a besar, la mordí y me levante, metí mi mano en ella mientras sentía como un miembro ajeno se deslizaba junto con mis dedos, volví a acercarme, mordía sus pezones, su cuello, la besé de nuevo y no pude resistirme a morderla en los labios más fuerte hasta que escuche un gemido que me hiso estremecer.

Seguí mordiéndola, masticaba y el chico igualmente mordía mi trasero, todos comían de todos. Volví a acercarme a la chica mientras la besaba y ella seguía gimiendo, besé su cuello, lo lamí, lo saboree, lo mordí mientras alguien hacia lo mismo con distintas partes de mi cuerpo, sabía exquisito… Miré como todos hacían lo mismo, perdidos, con los ojos en blanco, otros cerrados, otros mirando morbosamente, siendo participes.

Entonces quedé paralizado por el pánico. Miré como alguien le rajó el vientre, al parecer, con un cúter. Muchas manos abrieron su piel y comenzamos a extraer sus vísceras, comimos de sus vísceras y mientras masticaba algo que chorreaba sangre y fluidos tibios una idea iluminó mi cabeza como el más fuerte relámpago en una tormenta… ¡Le había arrancado el labio y ella lo había disfrutado, le había arrancado un pedazo de yugular por donde se desangraba y ahora yo comía de sus entrañas! Al momento de recibir ese impacto supuse que el siniestro efecto del veneno se terminó o fue inhibido por mi horror.

Miré con repulsión como se empezaban a lamer, a comer unos a otros de formas pasionales totalmente antinaturales. Sentí asco, y al limpiarme con la mano la boca comprobé horrorizado que yo había comido de la chica, y al mirarla estaba ella, muerta, desangrándose por el cuello, por el pedazo de yugular que le había arrancado apenas unos minutos atrás, por la herida que le habíamos hecho y miré su cara, sin el labio inferior, todavía con la mueca de un rostro que disfruta, con los ojos entrecerrados y una sonrisa difícilmente compresible, sin labios, dibujada, apenas sostenible por las contorciones de un orgasmo extraordinariamente siniestro.

¡La habíamos matado! ¡Nos la comimos viva! Y ella y todos lo disfrutamos.

Como pude me escabullí de aquél frenesí, pues todos se apilaban sobre el cadáver de la chica como si fuesen perros hambrientos, arrancándole pedazos de carne, besándose, copulando, peor que animales.
Conseguí mi pantalón, mis tenis y mi playera, y como pude me escapé de aquél frenesí. Iba limpiándome la sangre de la boca, y note que unos tipos me miraron de lejos. Salí corriendo de aquél cuarto. No sabía qué hora era, pero el cielo me decía que estaba próximo el amanecer…

Al parecer seguía bajo los efectos de aquel veneno, pues miraba horribles sombras danzantes en la penumbra de la madrugada, estaba mareado, desorientado, todo me daba vueltas, sentía un miedo horrible, casi paralizante, lloraba y tenía ganas de vomitar. Escuche un  portazo y eran los tipos que me seguían, al parecer no querían que me fuera. Corrí hacia el oscuro y húmedo pasillo que daba a la salida, y al entrar en él me pareció escuchar risas burlonas, todo era horrible.

Topé con la puerta y la abrí, era pesada y se abrió torpemente haciendo un rechinido quejumbroso. Cerré rápidamente y los tipos se retrasaron… llevaba los tenis en la mano y corría descalzo, después, loco y desesperado, los tiré para correr mejor… huí hacia un callejón en un mercado, a traspiés, apenas pude llegar, y me agazapé en un rincón con la basura, escuchaba risas, la cabeza me daba vueltas, todo estaba distorsionado. Las ratas, en esas horas, me aterraban, sus siluetas en la oscuridad me aterrorizaban, eran malvadas, el terrible veneno que me dieron me había vuelto loco. Miré de lejos a los tipos que me seguían, se gritaban cosas, y se separaron en grupos.

Permanecí ahí hasta el amanecer. Una vez que llegó este, me arme de valor para salir de mi escondite, y al caminar descalzo por las calles, con los pies lastimados y el cuerpo mordisqueado, miraba a las personas de forma extraña. Ellas me veían, sus rostros eran monstruosos, susurraban cosas de mí, me veían feo, conspiraba, ¡querían delatarme! Corrí como pude hacia una avenida.
Tome un taxi, y al mirar el rostro del taxista, podrido, agusanado, que me miraba con esas cuencas vacías de las cuales escurrían fluidos malignos, sentí asco. No hice caso, sabía que era efecto del veneno, yo lo sabía. Asustado, el taxista me dijo que si quería ir a un hospital, pues la sangre en mi boca y en mi piel quizás lo hiso pensar que estaba mal herido y había vomitado sangre. Le dije que no, simplemente le pedí que me llevara a casa.

Ahora que escribo esto estoy sumamente asqueado, arrepentido, acongojado, frustrado… ofuscado.
Hace unos momentos seguía sin entender el por qué todo pasó así. Y acabo de recordar las exactas palabras que provocaron que una orgia se convirtiera en lo que terminó. Esto fue lo que dijo la voz mientras todos copulábamos:

“…Él representa la existencia vital en lugar de sueños espirituales, Él representa venganza y no ofrecer la otra mejilla, Él representa complacencia, no abstinencia. Sin distinción de sexo ni edad la carne es carne, la carne da placer, y estamos hambrientos de placer, saciémonos pues, con carne, pues bajo la influencia del veneno de Rametep, somos tal cual somos. ¡Hail Satán!”.

Después de terminar de escribir esto pienso suicidarme, no quiero cargar el resto di mi vida con la ponzoña de aquel veneno desconocido, que más allá del fluido negro que bebí es lo que en realidad yace en lo más profundo de la conciencia humana. No quiero cargar con esa culpa, de haber matado a una linda chica.

No sé dónde habrán quedado mis amigos, pero sinceramente espero que estén bien.

martes, 11 de noviembre de 2008

Líder de las Ratas

Camino en una vereda oscura
Sin luces a mi alrededor
Asustado como una criatura
Siento un miedo sobrecogedor

Gritando como un loco
Lleno de desesperación
Mis intentos son muy poco
Pues no encuentro salvación

Es este el camino de mi vida
Triste, vacía e insensata
Sin mucha luz que sea mi guía
Corro solo y me escabullo como rata

¿En dónde estoy?

En las calles y banquetas
De esta triste y oscura ciudad
Pasan todos sin pisarme
Pero también sin mirarme

No hay muestras de piedad
Y por eso pronto actuaré
Entre ellos, invisible, caminaré
Propagando enfermedad

Detesto su soberbia y su falta de lealtad
¡Qué perezcan todos juntos!
¡Que muera la especie vulgar!
Que se esfumen de nuestros dominios

¡Así será!

Odio sus risas, odio su andar
Su especie no es superior
Son sensibles y propensos a enfermar
Su especie es inferior

Caminan sobre nosotros
Destrozando nuestro hogar
Sin saber que más abajo
La guerra está por comenzar

Corre la sangre caliente
En mis venas sin coagular
Liquida cual veneno
De amargura letal

¡Exterminar!

Sus vidas sin sentido
Pretenden ser importantes
Su hipocresía ha crecido
Es tiempo de erradicarles

¿Quiénes son para juzgarme?
Ya no hay tranquilidad
Es hora de vengarme
De la podrida humanidad

Repartiré mi rencor
Junto con los de mí especie
Difundiré todo el hedor
De la llamada “Súper especie”

¡Que así sea!

Vengan a mí, hermanos míos
Vengan al gran genocidio
Que después de este exterminio
El mundo será de nosotros

Hoy alzo la voz, con orgullo elevada
Que mi odio resuene como eco
Pues entre más grande sea nuestra camada
Más humanos enfermos mataremos

Gritad conmigo, hermanos míos
Difundid ya nuestra causa
Esparcir nuestro rencor
Nos hará más que una plaga

¡Qué así sea!

¡Yo soy el líder de las ratas!
¿Te unirás a mi hermandad?
Reparte conmigo esta horrible enfermedad
Esparciendo por el mundo la maldad

Misantropía total…

domingo, 2 de noviembre de 2008

Necrofilia

Oh! Oscura dama de la triste noche
Vienes por nosotros en vuestro lúgubre coche
Tirado por corceles negros como el carbón
Gigantes e imponentes cual siniestro león

¡Mujer de brazos finos, y de los vivos amante!
¿Por qué amar a los otros y a mi solo dejarme?
¿Por qué no disfrutar mis vinos y de mis postres hartarte?
¡Sois la única mujer que he amado y no puedo tocarte!

Dejas tu esencia en la más joven doncella
O tu perfume en el mas varonil efebo
Y sobre ellos, cual murciélago mella
Destapo sus tumbas y fornico sin sosiego

Necrofilia…

Amor a los muertos
Pero solo porque ellos te han tocado
Y siento sobre sus restos
La frialdad de la que me he enamorado

Siento la suave mano de la joven fría
Y su sexo y sus pechos, tersos como debería
Siento tan bien el estar con ella bajo la luz de la luna
En ese oscuro panteón, fornicando sobre su tumba

O acostado junto al joven, a quien he descuartizado
Loco y enamorado, bañándome y bebiendo de su sangre
Ver su cara, serena, tranquila y varonil mientras devoro sus partes
Es algo que me excita y a asesinar me incita

Todo por ti amada mía, y la búsqueda de tu aroma
Amo la frialdad de tu forma
Amo el último sutil suspiro
Amo estar con alguien que recién ha fallecido

Sentir como escapa su calor
Y como vuela el brillo de sus ojos
Copular con ella o él, no importa si es doncella o es varón
Están muertos y devoro yo sus cuerpos a mi antojo

Son míos…

¡Yo poseo bajo todos los sentidos
La belleza de sus despojos yertos!
Sea un joven o muchacha, no me importa
¡Lo que importa es que están muertos!

Estoy enamorado de los cuerpos
Con la esencia del existir desprendida
Estoy enamorado yo de ellos
De quienes se han despedido de la vida

Estoy loco por ti, amada mía
Estoy enamorado de la muerte
Muerto no podré sentirte
Y por eso es que por ti yo mataría

Te amo…





Gilles de Rais dijo: "Yo soy una de esas personas para quienes todo lo relacionado con la muerte y el sufrimiento tiene una atracción dulce y misteriosa...". Seguramente lo hubiera dicho yo también, pues a mi me atrae lo mismo.
Describir la belleza que se oculta tras un cuerpo rígido e inerte no es fácil. Un cuerpo que no siente pero al mismo tiempo sintió lo que nunca podremos sentir: el beso de la muerte.
Los ojos muertos siempre miran, pero hacia ningún lado.
Mantienen la mirada fija en aquél horizonte desconocido donde ocurre el ocaso de la vida y el amanecer de la muerte al mismo tiempo. Todos los órganos pierden su calor, como el último suspiro de aliento, como el último pétalo de la flor marchita. Todos pudriéndose bajo la húmeda tierra y el dulce cobijo de la oscuridad, con perfecta y absoluta igualdad biológica.
Hay luciérnagas dando vueltas en el cementerio, tintineando como hipnóticos fuegos fatuos sobre las tumbas. Detrás de los árboles se ocultan las almas perdidas, de aquéllos que no tienen nadie quién les llore, aquéllos que murieron solos o malditos y buscan desesperadamente el calor de un nuevo amigo. En la niebla se mueven las sombras de los demonios que juegan traviesos y juguetones sobre las lápidas de quienes no merecen descansar en paz.
Duerme... trata de dormir. El sueño es lo más parecido.
No... no se ve igual. Un cadáver es violáceo, de uñas, labios y coyunturas azules. De ojos amoratados. El color de la realeza y al mismo tiempo el de la muerte: el azul, el morado.
Sólo un cadáver puede tener al mismo tiempo la belleza de lo que es la perfección de la vida y la omnipresencia de la muerte.
Vida y muerte, muerte y vida.
¿Qué vida no vive de la muerte de alguien mas?

Y el cerebro... Dicen que el cerebro sigue funcionando de 6 a 12 minutos después de fallecida la persona.
¿Qué será lo último que verás?
¿Qué será lo ultimo que escucharás?
¿Qué será lo ultimo que sentirás?
Las tibias lagrimas de tus seres amados se derraman sobre tus mejillas, mientras los escuchas lejanos y difusos, envueltos en un sufrimiento insoportable. Todo tras un velo de oscuridad, mientras tus ojos, involuntariamente, miran hacia el horizonte donde ocurre el milagro de la muerte.

martes, 26 de agosto de 2008

Quisiera

Quisiera volar como hoja
En el viento de tu sutil suspiro
Y fluir como la sangre roja
En tu corazón, totalmente agradecido

Quisiera poder entenderte
Pero el amor mis ojos ciega,
Deslumbrado con tu brillo iridiscente
Y la dulzura de tu sublime belleza

Quisiera que tú supieras
Que me hacen falta más palabras
Más minutos, más esfuerzos
Para confesar este amor
Que brota de mi silencio

Quisiera saber lo que piensas
Cuando miro tu rostro y yo sonrío
¿Pues sabes lo que pienso, niña mía?
Que quisiera siempre estar contigo

Quisiera ser como la lluvia
Y mojar todas las partes de tu cuerpo
Quisiera ser el sol de tu día
Para tocar tu piel con mí destello

Quisiera ser como el suelo de tus pies
Soportando tus penas y dolores
Quisiera ser un ave de colores
Y cantarte, alegrado, mis canciones

Quisiera que el tiempo se detenga
Para así poder estar contigo
Que por siempre en mi mente se contenga
El recuerdo de que estuviste conmigo

Quisiera poder decir “Te amo”
Pero el tiempo no me lo ha permitido
Quisiera poder desahogarme
Y sacar mi sentimiento reprimido

Pero el tiempo aun no me lo permite
Pues aun falta que el amor madure
Mientras tanto, yo te adoro como nunca
Y espero pronto poder amarte con locura

Quisiera gritarlo a toda fuerza
El sentimiento que mi corazón profesa
Que el eco suene por todas partes
Y mi grito se escuche como nunca antes

Quisiera yo decirte lo bonito de mis ojos
Pues siempre que los miro estoy perplejo
La belleza que les miro en el espejo
Se debe sólo y nada más a tu reflejo

Quisiera que las aguas de los mares
Las pudiera yo contar con un gotero
Y por muchos años contaré
Cada gota, para ti, sería un “Te quiero”

Quisiera que supieras cuánto te quiero
Sólo hay una forma de saberlo
Mirando en la noche el negro cielo
Contando cada estrella sin sosiego

Quisiera muchas cosas yo decirte
Que te quiero, que te aprecio, que te adoro
Lo único que me falta es tiempo
Y tan sólo tu presencia, mi tesoro

Quisiera yo poder hacer mil cosas
Pero todas ellas llevan un proceso
No hay “Te quiero” sin abrazo
No hay “Te amo” sin un beso

El amor es algo que nace con el tiempo
Quisiera que ese tiempo ya llegara
El cariño se da con el esfuerzo
Y quisiera que mi esfuerzo te bastara

[…]

Quisiera muchas cosas
Quisiera, a veces, demasiadas
Quisiera todo lo ya mencionado
Y más cosas que con tiempo iré deseando

lunes, 28 de julio de 2008

Después de todo.

Primero me sentí desesperado
Pues creí que demasiado había tardado
Sin embargo me dijiste que aguantara
Pues pronto llegaría lo que esperaba

Después me sentí solo
Y recordé las horas que me dedicabas
Tan hermosas, tan cálidas, tan locas
Que solo puedo recordar aquéllas cosas

Luego me sentí acongojado
Pues creía que mi fin había llegado
Recordé que tu amor me había salvado
Y decidí seguir esperando tu llamado

Al final, de improviso, me llamaste
Me dijiste que aguardara con paciencia
Que mi espera llegaría a su fin
Y que pronto llegaría mi recompensa

Y así pasaron varios días y semanas
Y mi espera me dejaba con las ganas
Pero aguardaba con una dulce agonía
La hora y el momento de alegría

Y hoy… hoy fue ese gran día
Después de todo se dio
Te lo dije, me aceptaste y me besaste
Y mi corazón, como nunca, latió

Te doy gracias niña mía por todo esto
Pues por ti me siento vivo y activado
Creí que ni en sueños, como novio, tú me viste
Y hoy, después de todo, esa oportunidad me diste

jueves, 24 de julio de 2008

Palabras de Aliento

“Depender de tus amigos sólo te hace más vulnerable a sus estocadas porque ellos están más cerca de tu corazón y solo quieren aprovecharse de eso, por eso debemos elegir que personas tienen el privilegio de estar cerca de nuestro corazón... El tener un amigo implica el estar contigo cuando lo necesites... Ya sea que le nazca ayudarte o darte un consejo o que tú se lo pidas... Y aunque te toparás con personas que aparentaran ser tus amigos... No sufras... porque cada quien tiene lo que merece... Y la verdadera amistad tarde o temprano llegara a ti…”.
L.I.R.S.

lunes, 23 de junio de 2008

Arrepentido



Donde antes había un gran sentimiento
En tu corazón, la más hermosa cosa
Logro ver ahora, con arrepentimiento
Un negro vacío que mi corazón destroza

En verdad no sé qué es lo que veo
Pues es tanto mi dolor en la memoria
Que no logro distinguir lo que yo creo
La locura y la culpa me han causado paranoia

Arrepentido estoy, por el error que he cometido
Y mi alma se consume en la culpa y el olvido
Me doy cuenta del daño que he causado
Y créeme, en verdad, estoy arrepentido

De culpable yo mismo me he acusado
Y con gusto aceptaré yo mi sentencia
Júzgame tú, con justicia e indulgencia
Y termina perdonándome con benevolencia

Una prisión de culpa yo he creado
Esperando a cumplir mí penitencia
En ella me encuentro ahora encerrado
Llorando y aguardando con paciencia

Estoy arrepentido de lo hecho
Y presiento que me miras con despecho
Siento el dolor de mi castigo en el pecho
Retorciéndome lastimero sobre mi lecho

No sé si sea cierto que me miras
No sé si sea cierto que me odias
Todo esto lo veo, paranoico en mi locura
Y te juro que es una verdadera tortura

Me dijiste que ya me has perdonado
Pero mi mente está ya muy lastimada
Yo mismo me castigué y me he flagelado
Y las cicatrices no se quitarán con nada

Así es mi arrepentimiento
Con el dolor de un corazón herido
Como el hedor de un cadáver podrido
Así me siento ahora, profundamente arrepentido

Perdóname…