☢ADVERTENCIA☢:
ESTA HISTORIA TIENE
CONTENIDOS EXPLÍCITOS, NO APTOS PARA PERSONAS DE MENTE CERRADA, SANTURRONES O
PERSONAS QUE SE IMPACTEN FÁCILMENTE. SI NO ESTÁS PREPARADO PARA LEER SOBRE
ORGÍAS, ASESINATOS, SANGRE Y DEMÁS, NO LEAS.
Sobre advertencia no
hay engaño, así que no digan que no se los advertí.
Sinceramente
no sé que es más horrible, si saber lo que hice o saber que lo disfruté…
Aquél
día, como a las 6 de la tarde, mientras me encontraba en mi casa leyendo,
sucedió algo. Era una tarde como muchas otras del mes de octubre: sombría,
lluviosa y, hasta cierto punto, triste.
El
teléfono sonó, y desde mi alcoba le grité a mi tía que yo respondería la
llamada.
Al
descolgar el teléfono esto fue lo que sucedió:
-¿Bueno?
-Sí,
hola, buenas tardes, disculpe, me podría comunicar con Cristopher ¿por favor?
-Él habla
-¡¿Qué
pedo wey cómo has estado?!
-No sé
quién eres
-No
mames, ¿no te acuerdas de mí? Habla Adrián, imbécil…
-¡Ah,
Adrian! ¿Cómo has estado cabrón? Qué pedo, cuánto tiempo sin vernos… tu voz
suena más gay de lo que recuerdo.
-Deja de
estar chingando y pon atención. El martes te conseguí una megapeda en casa del
amigo de un amigo de Rogelio, cómo ves, ¿te lanzas?
-Va, me
late, ¿dónde va a ser?
-Es acá
por Martín Carrera…
Lo demás
no es necesario especificar.
Esa noche
no imaginé las cosas que sucederían en aquélla desenfrenada fiesta.
El martes
llegó, y me quedé de ver con mi amigo Adrián en una estación del metro a la
cual se supone pasarían por nosotros.
Aproximadamente
cinco estaciones antes de llegar me llegó un miedo atroz que me hiso dudar
varias veces si ir o no. En una estación pensé en bajarme, pero mi amigo me
persuadió diciendo que se iba a poner “chido” el asunto.
Cuando
llegamos a la estación vi, debajo del reloj, tres tipos de negro, esperándonos.
Recuerdo
bien las vestimentas de los tipos, se veían tan normales como cualquier
personaje en el tianguis del chopo, salvo que éstos estaban tatuados, quizás
demasiado.
Al verlos
no entendí por qué sentí miedo, nunca había sentido un miedo tan atroz en todas
las veces que había ido a fiestas con desconocidos.
Al
bajarnos decidí dejar mis miedos atrás, esta noche era para divertirme, ya
había visto todo en las fiestas; ¿qué mas
podría pasar? (Maldigo esa pregunta).
Al bajar
del vagón y dirigirnos hacia ellos, noté que en el mismo tren, pero en vagón
diferente, venía mi amigo Rogelio. Al llegar nos saludamos como siempre, y
saludé a los tipos raros sólo por cortesía.
Hice un
esfuerzo por entender los símbolos que traían en su cuerpo, pero nunca pude
verlos bien sin que se percataran de que intentaba saber que decían o
significaban.
Comenzamos
a movernos hacia el lugar de la fiesta a cuyo camino no puse mucha atención, mi
atención se centraba en los dos tipos.
En un
instante se me ocurrió preguntar algo:
-Oye
Rogelio ¿y de que es la fiesta?
-Es una
ceremonia en mi honor, hace ya un año que estoy bautizado.
La
respuesta me sacó un poco de onda.
Al llegar
me di cuenta de que era una casa un tanto lúgubre, o al menos eso percibí. En
realidad algo no me gustaba, de haber sabido lo que era jamás hubiera entrado.
Un tipo
traía las llaves, abrió y nos metimos.
Esto fue
lo que platiqué con mi amigo Adrián en voz baja al entrar:
-¿Qué
hacemos aquí wey?, vámonos
-No wey,
el nos eligió como testigos, igual yo le dije que qué pedo, que para qué nos
quería y me dijo que era porque somos sus amigos y nos quería de testigos,
según debe haber testigos.
-No
mames, no me está gustando esto wey, yo creo nada más me estoy un rato y me largo.
-Si yo
igual, nada más nos quedamos a la ceremonia ¿no?
-Si.
Al entrar
me di cuenta de que la casa era una especie de vecindad abandonada, pasamos por
un angosto y húmedo pasillo, al final un gran patio, y alrededor de éste
algunas casas, sólo algunas viviendas seguían ocupadas y todas por gente tan
extraña como los que nos llevaron allá.
Entramos
a un cuarto, donde estaban todos los invitados reunidos, efectivamente, la
música, el alcohol, la botana, todo indicaba que había una fiesta, y decidí
tratar de ponerme en ambiente olvidando todos esos temores infundados.
Éramos
pocos los que estábamos, pero al cabo de media hora comenzaron a llegar más
personas.
Todos
bailábamos, tomábamos e incluso socialicé, como normalmente se hace, con
algunas chicas guapas que saqué a bailar.
De
pronto, mientras bailaba con una de ellas, la música se terminó y toda la
atención de los invitados se centró, por un momento, en una chica que llegaba.
Una vez
que entró, la música siguió y todo como si nada. Le dije a la chica con quien
bailaba que iría al baño y la dejé por un momento, pase a orinar y me di cuenta
de que ya estaba un poco mareado. Al salir del baño miré a los dos tipos en el
pasillo, hasta el fondo, discutiendo de cosas que no podía entender, de nuevo
surgió en mí un temor ignoto. Miré el reloj, y vi que ya eran las 11:30 de la
noche, el tiempo había pasado inusualmente rápido. Pensé que ya era hora de
irme.
Al llegar
a la estancia donde todos bailaban y tomaban quise buscar a mi amigo para
decirle que ya nos fuéramos. Al mirar en un rincón lo vi besándose con una
chica que no estaba nada mal. De seguro ambos ya estaban ebrios. Decidí
quedarme otro rato más, y platicar con la chica que había causado tanta conmoción.
Al
sentarme junto a ella, en un gran sofá, miré que era un poco introvertida.
Decidí hacerle la plática para conocerla un poco más pues, al parecer, estaba
asustada como yo.
Una vez
entablando la conversación me di cuenta de que ella era una buena persona, era
estudiante, era linda, inteligente, tímida, sincera… era hermosa, y
sinceramente me gustó aquélla chica. Su look
Emo me agradaba, pues era de esas personas a las que les queda ese tipo de
moda, la saqué a bailar y dejamos encargados nuestros tragos con unos tipos
sentados a nuestro lado. Admito que el reggaetón, la salsa y la electrónica no
me gustan tanto como el heavy metal, y a pesar de que la mayoría de las
personas presentes en esa fiesta se veían de ese ambiente musical logré
comprender que en una fiesta no es muy usual poner ese tipo de música. En ese
momento comenzaba a divagar. Bailé con ella una larga canción de música
electrónica, algo más bien como Electrodark.
Al
término de la canción, y de platicar mientras bailábamos, nos sentamos en el
sofá donde había platicado con ella, tomamos nuestros vasos y fuimos a
servirnos un poco más. De regreso con ella hablamos un rato más, de todo; de lo
que nos gustaba, como literatura, cine, música, hobbies, etcétera; hasta de lo
que hacíamos, como deportes, estudio, trabajo… Sinceramente creo que hubo
química entre nosotros. Admito que en ese punto me encontraba algo mareado, y
creo que ella también. Al fondo veíamos las luces de colores, la música
electrónica y muchos cuerpos moviéndose y bailando, a los rincones algunos
chicos agazapados besándose.
Mientras
hablaba con ella no dejaba de ver sus labios, eran lindos, carnosos, y el
piercing que tenía los hacía lucir aun más tentadores. Supongo que ella se dio
cuenta de lo que sentía, se dio cuenta de mi atracción o ¿acaso ella sentía lo
mismo?, no lo sé, simplemente, ahí, escondidos en un sofá en un rincón, en las
tenues luces purpureas y azuladas de la fiesta, con un fondo musical
psicodélico y un aroma a alcohol, tabaco y marihuana, nos besamos.
Había
perdido ya la noción del tiempo, y no me importaba. Salimos a bailar de nuevo,
y mientras bailábamos nos besábamos espontáneamente. Me daba gusto saber que
ella y yo ya habíamos perdido el miedo… Al hacer esa analogía, mientras bailaba
con ella, el eco de esa palabra resonó en mi cabeza. Miedo, si, miedo, recordé que tenía miedo y de nuevo me asaltó ese
temor desconocido, pero sólo fue un instante, pues antes de caer de nuevo presa
del miedo, la chica me besó y logró que se me olvidara todo.
Ignoro
cuánto tiempo más bailamos, y al cabo de un rato, pasaron unos chicos
repartiendo en unos vasitos pequeños, como los de muestras gratis de yogurt en
los supermercados, una sustancia que no reconocí, pero miramos que todos a los
que se las daban la bebían sin pensarlo. “Algún tipo de droga” pensé yo… y
estaba a punto de prevenir a la chica con quien bailaba cuando miré que de un
sorbo había terminado con su porción. Me intrigó saber qué demonios era eso, lo
olí y tenía un aroma suave, quizás dulce quizás amargo, y su color era obscuro,
podría afirmar que era una especie de melaza negra.
Probé un
poco y su sabor, agradable, me es imposible de describir. Ese sorbo, esa única
probadita que le di fue suficiente como para hacerme adicto y beber un poco
más, después recapacité y tiré lo que restaba antes de no poder resistirme a
beberlo todo. Maldito sea ese líquido, pues estoy seguro de que todo lo que
pasó fue por el consumo de éste.
Lo que a
continuación describo es sumamente horrible, sigo sin comprender por qué lo
hago, quizás para desahogarme en este escrito, quizás para prevenirte. Ojalá
nunca hubiese ido a ese infernal lugar.
Después
de beber el contenido de ese vasito, seguí bailando y comencé a sentirme muy
extraño.
Mareado,
no por ebriedad sino por la sustancia que había bebido, era extraño, no era un
mareo normal, era un mareo inusual, vago, difuso. Seguía bailando con pasos que
no pude saber si torpes o ágiles, me sentía muy raro, escuchaba todo en eco,
lejano y al mismo tiempo cerca, nítido, indescriptible.
De nuevo
miré a la chica, estaba ahí frente a mí, hermosa, bailando, y al ver sus labios
no pude resistirme de nuevo a darle un beso, pero esta vez, el beso era más
loco, pasional, extremo. Sentí su mano recorriendo mis nalgas, mi entrepierna y
yo estaba sumamente excitado. Recuerdo todo a la perfección, pues sé que no
estaba ebrio, sino que había sido aquélla maldita droga de origen desconocido.
Nos
fuimos a sentar la sillón, y el faje había subido ya mucho de intensidad,
acariciaba sus pechos, ella mis glúteos, nos besábamos, y no nos importaba
estar entre todos, al descubierto. Al pensar en esto, una parte de mi cerebro,
quizás a donde aquél maldito veneno no había llegado, reaccionó con pudor, y
miré a mis alrededores para ver si nos observaban, pero fue tal mi atroz sorpresa
y al mismo tiempo extraña fascinación, al ver que todos, sin excepción, estaban
haciendo lo mismo.
Miré a
todos, hombres y mujeres, besándose y fajando los unos con los otros, mujeres
con hombres, hombres con hombres, mujeres con mujeres, todos, absolutamente
todos. No me importó, y me entregué totalmente a la pasión, a la lujuria. (¿En
qué demonios estaba pensando? ¿Qué sucedía?).
Estábamos
en el sofá, acostados, besándonos, yo acariciaba sus senos, ella mis piernas,
mi entrepierna, mis glúteos, desesperados como si nos hicieran falta más
extremidades, hambrientos de carne, de placer, nos comenzamos a desvestir
arrancándonos la ropa. Miré sus pechos al descubierto, blancos y con aureolas
perfectas, como dos botones en punto de flor, pues la chica ya era señorita.
Eran hermosos.
Mientras
nos besábamos yo acariciaba sus pezones, estaban erectos, tentadores, y decidí
bajar por su cuello para saborearlos. Era tanta mi depravación que incluso la
mordía y al parecer a ella le encantaba, pues se retorcía mientras lo hacía,
gemía, y se humedecía. No decíamos ni una sola palabra. Ella me estaba
acariciando los testículos y yo le mordía los senos, estábamos hipersensibles,
pues el más mínimo roce de nuestros cuerpos provocaba sensaciones de placer
indescriptibles. Acaricié su vulva con la yema de mis dedos, suave y
gentilmente, y noté que estaba húmeda y dilatada.
Me
encantaba ver como se estremecía cuando la tocaba, y comencé a hacerlo más
fuertemente, le quité las pantaletas y humedecí mis dedos aun más, con saliva.
Saboree por un momento su néctar, y caí presa de una indómita pasión, una
salvaje lujuria. Me acerque a ella y pude sentir como sus genitales desprendían
calor, no pude resistirme y comencé a lamerla. De pronto sentí que alguien se
abría paso entre mis piernas, después comenzaron a acariciarme el trasero, me
lamian, me seducían, y cuando alcé a girar mi cabeza estaban muchos alrededor,
todos haciendo lo mismo, perdidos en un grotesco mar de locura y perversión.
Noté que
era un chico como de dieciséis años, que me lamía el trasero mientras se
masturbaba, odio admitirlo, pero en ese momento, me volvía loco. Su lengua
impetuosa se abría paso dentro de mí, me provocaba contorciones. Él, la chica,
y los demás a mi alrededor, todos en una orgía nauseabunda de la cual yo fui
partícipe…
El chico
me lamía, yo tenía sexo con ella, mientras masturbaba a otro y besaba a otra.
En ese instante perdí la noción de mi mismo, pero por alguna extraña razón aun
estaba consciente, sabía lo que hacía, y lo recuerdo bien.
Al cabo
de cierto tiempo nos encontrábamos haciendo cosas tan atroces que incluso me da
asco recordarlo. Recuerdo como me penetraba aquél muchacho, con un afán y
desesperación animales, sus embestidas hacían sonar mis nalgas contra su
pelvis, y lo disfrutaba, mientras yo, con el impulso que él me daba penetraba a
la chica y con mis manos acariciaba la vulva de una mujer y los genitales de un
tipo que besaba a la mujer.
Tocaba a
los partícipes y las partícipes de dicho acto. Todos estábamos sumergidos en el
profundo placer, como si estuviésemos presas de un foso pegajoso de brea.
Recuerdo besarlo a él y a ella, y a muchos más, y recuerdo como muchísimas
manos, dedos y lenguas entraron en mi ofreciéndome experiencias de placer
máximo que nunca antes habría imaginado. Sus dedos, sus lenguas, sus miembros,
sus pechos, sus vulvas… todo, que más allá de darme asco, en ese momento, me
causaba placer, euforia. Jamás me había sentido tan antinatural, pues no puedo
decir tan animal ya que ni siquiera los animales hacen eso.
Todo era
extremadamente obsceno.
Sin
embargo, el horror llegó a su punto máximo al ver en lo que culminó esa maldita
orgía.
Mientras
yo era penetrado por el chico y un tipo y yo penetrábamos al mismo tiempo a la
chica en el sofá, y era besado y acariciado por tantos que ni siquiera recuerdo
bien, logré escuchar entre todos los gemidos y jadeos unas palabras que no
podía entender en ese momento, palabras que sin duda tenían un significado
solemne y profundo para todas esas personas. Dicho esto, el tipo que estaba
detrás de mí llevó a su máximo el alocado frenesí embistiéndome con brutalidad
llegando incluso a hacer que yo me retorciera de dolor y de placer al mismo
tiempo, y todos se encontraban extremadamente alocados, desenfrenados.
Jamás
creí presenciar algo tan espeluznante. El repentino arrebato de locura en
aquélla habitación me llevó consigo quizás por inconsciente colectivo y se
apoderó de mí hasta el tuétano. Todos nos encontrábamos, de alguna forma,
unidos entre sí. Tratando de fusionarnos en uno solo, embistiendo con locura,
besando, mordiendo.
Recuerdo
como incluso pude meter, dificultosamente, mi mano entera en el interior de la
hermosa chica que besaba, sentí ganas de morderla y lo hice, quería comérmela,
quería ser comido por ella, por el chico, quería comer de todos, y los mordía,
me gustaba que me mordieran y a ellos también. Me acerqué a la chica y la
comencé a besar, la mordí y me levante, metí mi mano en ella mientras sentía
como un miembro ajeno se deslizaba junto con mis dedos, volví a acercarme,
mordía sus pezones, su cuello, la besé de nuevo y no pude resistirme a morderla
en los labios más fuerte hasta que escuche un gemido que me hiso estremecer.
Seguí
mordiéndola, masticaba y el chico igualmente mordía mi trasero, todos comían de
todos. Volví a acercarme a la chica mientras la besaba y ella seguía gimiendo,
besé su cuello, lo lamí, lo saboree, lo mordí mientras alguien hacia lo mismo
con distintas partes de mi cuerpo, sabía exquisito… Miré como todos hacían lo
mismo, perdidos, con los ojos en blanco, otros cerrados, otros mirando
morbosamente, siendo participes.
Entonces
quedé paralizado por el pánico. Miré como alguien le rajó el vientre, al
parecer, con un cúter. Muchas manos abrieron su piel y comenzamos a extraer sus
vísceras, comimos de sus vísceras y mientras masticaba algo que chorreaba
sangre y fluidos tibios una idea iluminó mi cabeza como el más fuerte relámpago
en una tormenta… ¡Le había arrancado el labio y ella lo había disfrutado, le
había arrancado un pedazo de yugular por donde se desangraba y ahora yo comía
de sus entrañas! Al momento de recibir ese impacto supuse que el siniestro
efecto del veneno se terminó o fue inhibido por mi horror.
Miré con
repulsión como se empezaban a lamer, a comer unos a otros de formas pasionales
totalmente antinaturales. Sentí asco, y al limpiarme con la mano la boca
comprobé horrorizado que yo había comido de la chica, y al mirarla estaba ella,
muerta, desangrándose por el cuello, por el pedazo de yugular que le había
arrancado apenas unos minutos atrás, por la herida que le habíamos hecho y miré
su cara, sin el labio inferior, todavía con la mueca de un rostro que disfruta,
con los ojos entrecerrados y una sonrisa difícilmente compresible, sin labios,
dibujada, apenas sostenible por las contorciones de un orgasmo
extraordinariamente siniestro.
¡La
habíamos matado! ¡Nos la comimos viva! Y ella y todos lo disfrutamos.
Como pude
me escabullí de aquél frenesí, pues todos se apilaban sobre el cadáver de la
chica como si fuesen perros hambrientos, arrancándole pedazos de carne,
besándose, copulando, peor que animales.
Conseguí
mi pantalón, mis tenis y mi playera, y como pude me escapé de aquél frenesí.
Iba limpiándome la sangre de la boca, y note que unos tipos me miraron de
lejos. Salí corriendo de aquél cuarto. No sabía qué hora era, pero el cielo me
decía que estaba próximo el amanecer…
Al
parecer seguía bajo los efectos de aquel veneno, pues miraba horribles sombras
danzantes en la penumbra de la madrugada, estaba mareado, desorientado, todo me
daba vueltas, sentía un miedo horrible, casi paralizante, lloraba y tenía ganas
de vomitar. Escuche un portazo y eran
los tipos que me seguían, al parecer no querían que me fuera. Corrí hacia el
oscuro y húmedo pasillo que daba a la salida, y al entrar en él me pareció escuchar
risas burlonas, todo era horrible.
Topé con
la puerta y la abrí, era pesada y se abrió torpemente haciendo un rechinido
quejumbroso. Cerré rápidamente y los tipos se retrasaron… llevaba los tenis en
la mano y corría descalzo, después, loco y desesperado, los tiré para correr
mejor… huí hacia un callejón en un mercado, a traspiés, apenas pude llegar, y
me agazapé en un rincón con la basura, escuchaba risas, la cabeza me daba
vueltas, todo estaba distorsionado. Las ratas, en esas horas, me aterraban, sus
siluetas en la oscuridad me aterrorizaban, eran malvadas, el terrible veneno
que me dieron me había vuelto loco. Miré de lejos a los tipos que me seguían,
se gritaban cosas, y se separaron en grupos.
Permanecí
ahí hasta el amanecer. Una vez que llegó este, me arme de valor para salir de
mi escondite, y al caminar descalzo por las calles, con los pies lastimados y
el cuerpo mordisqueado, miraba a las personas de forma extraña. Ellas me veían,
sus rostros eran monstruosos, susurraban cosas de mí, me veían feo, conspiraba,
¡querían delatarme! Corrí como pude hacia una avenida.
Tome un
taxi, y al mirar el rostro del taxista, podrido, agusanado, que me miraba con
esas cuencas vacías de las cuales escurrían fluidos malignos, sentí asco. No
hice caso, sabía que era efecto del veneno, yo lo sabía. Asustado, el taxista
me dijo que si quería ir a un hospital, pues la sangre en mi boca y en mi piel
quizás lo hiso pensar que estaba mal herido y había vomitado sangre. Le dije
que no, simplemente le pedí que me llevara a casa.
Ahora que
escribo esto estoy sumamente asqueado, arrepentido, acongojado, frustrado…
ofuscado.
Hace unos
momentos seguía sin entender el por qué todo pasó así. Y acabo de recordar las
exactas palabras que provocaron que una orgia se convirtiera en lo que terminó.
Esto fue lo que dijo la voz mientras todos copulábamos:
“…Él representa la existencia vital en lugar de
sueños espirituales, Él representa venganza y no ofrecer la otra mejilla, Él
representa complacencia, no abstinencia. Sin distinción de sexo ni edad la
carne es carne, la carne da placer, y estamos hambrientos de placer, saciémonos
pues, con carne, pues bajo la influencia del veneno de Rametep, somos tal cual
somos. ¡Hail Satán!”.
Después de terminar de escribir esto pienso
suicidarme, no quiero cargar el resto di mi vida con la ponzoña de aquel veneno
desconocido, que más allá del fluido negro que bebí es lo que en realidad yace
en lo más profundo de la conciencia humana. No quiero cargar con esa culpa, de
haber matado a una linda chica.
No sé dónde habrán quedado mis amigos, pero
sinceramente espero que estén bien.