domingo, 4 de enero de 2015

Renglones para una tarde silenciosa #1

No quiero ser un monstruo.
No quiero que la próxima vez que nos veamos,
te tengas que enfrentar a mis demonios.
Demonios que, por cierto, tu has alimentado.
No quiero echarte la culpa, pero me enferma que no aceptes
que también fuiste responsable, como yo, en todo esto.
No quiero que tu segundo nombre
reafirme su significado para mí,
ni quiero rebautizarte, ni redefinirte
con nuevos significados incómodos y tristes.
No quiero que al vernos tenga que usar mis pinzas de 50 m de distancia,
con la armadura anti murciélacobralacranes puesta.
No quiero verte así, me rehúso a mirarte a la cara
con un pentagrama en la frente y colmillos afilados.
Me niego a estrechar tu mano mientras la siga viendo manchada
con la sangre de un corazón hecho pedazos.
No quiero que nuestro siguiente abrazo te haga daño
ni quiero que tus brazos sean serpientes constrictoras.
No quiero que vuelvas a usar mis anhelos y miedos más profundos
para hacerme daño y picar a ver qué sale.
Tampoco quiero encarcelarte para siempre,
ni quiero que por años seas temido.
No quiero pensar que estoy bajo tu lupa todo el tiempo
a la espera de un nuevo juicio y su sentencia.
No quiero que la próxima vez que nos veamos
busques en mí yagas para poner tu dedo.
No quiero seguirle temiendo a alguien que quise,
aunque haya dicho que soy un farsante que buscaba quedar bien.
No quiero pensar que cada larga indiferencia se termina
cuando me hablas para confirmar si aún como en la palma de tu mano.
No quiero verte mientras yo no sane
porque sé que podría ser un mezquino.
Te temo. Y te temo porque sé que eres capaz de hacerme daño.
¿Pero qué no es normal en un humano?
Simples mortales que cometen errores.
Vamos y venimos en las mareas de la vida
y a lo largo de las mismas, lastimarás y lastimaré
a más personas en diferentes épocas y edades.
Y no es nuestra culpa. Somos ciegos en un mundo de tinieblas
buscando cada uno su luz, dando de palos a quien se atraviesa.
Deseo que pronto encuentres tú la luz que tanto buscas.
Te advertí de tu arrogancia titánica, y de cómo me volvía en tu contra.
Te advertí de cómo pequeños detalles eran importantes,
dijiste que no debía darles importancia, pero...
¿Quién eres tú para poner en duda lo que es o no importante para mí?
Quizás ninguno de los dos quiso al otro,
quizás ambos queríamos quedar bien.
Tú tratando de cambiarme sin permiso,
yo tratando de acoplarme a ti, sin esperanza.
Al final, no sé que haya quedado de tu lado,
pero de mi lado hay mucho destruido
y mucho, mucho más por reponer, rehacer, reconstruir...
No quiero traerte a un yermo de escombros quebradizos,
quiero traerte a un palacio de mármol y acero.
Hermoso y digno del recuerdo que conservo de ti,
resistente, duro y frio ahora que sé cómo es la realidad.
Ya no confío en ti, ni creo en ti
después de ver con qué cruel indiferencia
eres capaz de destruir a tus amigos.
En un momento de verdad, te perdí;
en un parpadeo, usaste todo lo que alguna vez te compartí
para sepultarme en una tumba fría y húmeda.
Sólo tres fotografías tenía de ti, después de tanto tiempo,
y esas tres fueron usadas para hacerme sentir culpable.
¿Cómo podría verlas ahora?
Sólo una vez te compartí mi terror más profundo
y bastó una vez para hacerme pedazos con él.
¿Cómo podría compartirte más temores?
Por eso es que aún no puedo verte
no porque te odie, ni porque quiera olvidarte.
Simple temor a que todo se repita...
Te extraño, te extraño mucho, es algo innegable.
Pero es igual de palpable que te temo,
que sé que si te tengo a mi lado no podría sonreír genuinamente
y te abrazaría siendo un hipócrita.
Temo que de nuevo sucumba ante el hechizo
de uno de tus besos en mi frente.
Temo a ser puesto en el estrado de nuevo
buscando tú mis fallas y errores.
Temo que cuando estemos juntos,
sienta miedo de perderte sin tenerte.
Temo que el día en que por fin haya sanado, tú ya no estés ahí.
Pero temo más que nada seguir pensando en ti.
Te extraño, te sigo pensando cada día, al menos una vez.
Y siguen atacando, como avispas, los recuerdos malos.
No quiero seguir viendo al diablo en tus ojos,
ni quiero ser yo el diablo de ninguna historia.
Pero después de ser lo peor de lo peor, según tu boca;
es difícil borrar un estigma tan marcado.
No quiero seguir recordando las fatalidades,
pero temo que al olvidarlas vuelva a repetirse todo.
¿Te quise? Si, con mucha ternura más de una vez te vi conmigo,
en un viaje ahora que ya gano dinero,
o todos los fines de semana haciendo yoga.
Todo sería perfecto.
¿Te quiero? No, no después de recordar a alguien que,
con tan terrible indiferencia cruel, su arsenal completo usó para matarme,
para asegurarse de que jamás retoñara en mí brote verde alguno.
Todo es triste.
¿Te odio? No, no podría odiar a alguien que sin saber,
me hizo feliz más de una noche y me hizo llorar más de una noche.
Todo es confuso.
Lo único que sé es que te extraño, y que esta marea de sentimientos
no acabará pronto, ni muy tarde.
Acabará cuando tenga que acabarse, cuando yo esté listo para verte
sin armaduras, ni pinzas, ni defensas excesivas.
Acabará cuando entienda que no está bien ser un libro abierto,
cuando entienda que el hermetismo esta bien después de todo.
Acabará cuando haya aprendido a no abrir mi corazón
y cuando haya entendido que en esta vida, todos hacen daño.
Hasta entonces, quizás te vuelva a ver antes de sanar,
y con gran esfuerzo para no tratarte mal o ser grosero,
volveremos a reír juntos caminando.
Y aunque me queme por dentro la ansiedad,
aunque siga creyendo a ratos que eres un ángel o un demonio,
no niego que te extraño mucho, que eres una persona importante para mí.
Ahora no hay más que llorar otro poco
y seguir escribiendo también.
Un río de agua salada y letras sin talento
emanan de un cerebro dolorido y triste.
Te agradezco todas las emociones que me haces sentir,
te agradezco el llanto y la risa,
los nudos de garganta y las mariposas estomacales,
te agradezco hacerme sentir vivo y moribundo,
te agradezco tantas humanas sensaciones.
Gracias por eso, y por recordarme,
mediante el goce y la pena,
que mi corazón aún late, que no hay condena
y que el sol se oculta diario, en el ocaso;
pero diario emerge también, en el alba.

Te extraño, y espero verte pronto.

jueves, 1 de enero de 2015

Feliz 2015.

El año 2014 fue una mierda. Tuvo sus momentos chidos, como que por fin conseguí empleo y terminé mi carrera. Lo malo es que todo eso se fue opacando por pendejadas personales que estuve cargando por ¡un año entero!

No puede ser que varias veces a la semana me la haya pasado pensando en estar en un lugar del universo que no me corresponde. Ya estoy harto de estar a la espera de que se cumplan sueños estúpidos. Me encargaré de invertir mi tiempo en cosas más importantes y enfocaré mi mente en protegerme de la gente que dice que puedes confiar en ella y en cultivar mi autoestima. Todos decepcionan tarde o temprano, incluso uno mismo; es por eso que no se puede creer en ¡NADIE!

Despido al 2014, desde mi casa y sin festejo, con un escupitajo y una megamentada de madre. Lo único que me dejó fueron un montón de cicatrices y sueños rotos. ¡Juro que jamás volveré a permitirme sentir cariño por alguien o abrir mi corazón en menos de cinco meses! La confianza es algo que debe ganarse con el tiempo. ¡A la verga confiar los secretos y experiencias de vida! Nunca jamás, ¡EN MI PUTA VIDA!, volveré a ser un libro abierto.

No lloraré al final, por no estar donde quería y con quien quería. Ya he llorado lo suficiente... Ahora, al igual que nuestro planeta realiza el milagro de completar su órbita solar; así yo debo finalizar la órbita de mi cabeza en torno a un asunto que nunca tuvo, ni tiene, ni tendrá futuro. Y ahora que acepto de una vez por todas lo realmente insignificante y poco importante que siempre fui, sólo queda seguir adelante. Me prometo jamás permitir que alguien vuelva a hacerme pedazos la autoestima con el fin de ver que pasa, no volverán a picar para ver que sale porque no tendrán con qué hacerlo. De ahora en adelante seré hermético y no habrá nadie que sepa cómo tocar mi corazón.

Este pinche año de mierda que ha llegado por fin a su ocaso, sólo me agrió. No tengo nada que agradecerle. Solo deseo que quede enterrado en el pasado con todo y las vicisitudes que trajo consigo.

¡Hasta nunca! Maldito año de mierda.

A quienes si tengo cosas que agradecer, es a mis amigos. A aquéllos que estuvieron cerca y al pendiente, aquéllos que notaron en mis ojos la tristeza y la alegría, y quienes la compartieron conmigo. A ustedes les agradezco un año más de maravillosa amistad.

Por todo lo demás, no somos más que partículas insignificantes de polvo que flotan en el infinito universo. ¿Por qué habría de preocuparme tanto? Pero es que ¡Ay! Soy humano, y mi alma... mi pobre alma pendeja y romántica, ¡cómo le gusta hacerse daño!

¡Ah! Quizás si hay algo que deba agradecerle al maldito 2014, y esto es una lección: no se puede confiar del todo en las personas.

Quizás esto me sirva en el futuro. Así que, después de todo, gracias... Pero vete a la verga, pinche año culero.

Así que recibo al 2015 agriado y duro (y por lo tanto, frágil), pero con mucho entuciasmo de que, en el camino, hallaré motivos para encontrar la dulzura que en mí ha mermado y para perder la dureza y fragilidad que adquirí, y poder cambiarlas por tenacidad y resiliencia. Siempre he sido optimista, y es este optimismo estúpido lo que me hace ser perseverante, necio, terco y tozudo. Un día aprenderé a darme por vencido antes de comprometer demasiado mi salud mental, ese día se acerca; pero hasta entonces no dejaré que ninguna cosa me tumbe.